Yo no fui

Un polémico presidente colombiano le dijo hace un par de años a un difunto presidente venezolano, una frase que se convirtió en toda leyenda: “Sea varón”. Con aquella frase contundente, sencilla, ofensiva; el mandatario colombiano le decía a aquel presidente venezolano que tuviera los pantalones para sostener sus palabras, no sólo a kilómetros de distancia, sino también cara a cara. La frase, como suele suceder en el país, se convirtió en todo un ícono del humor. Así mismo, sin perder tiempo, la frase fue generalizada para gritar a un gobierno que durante 14 años no ha hecho más que esquivar su responsabilidad en diversos escándalos nacionales.
El “nuevo” gobierno que, no es otra cosa que un refrito del anterior, no se quita la mala maña de decir a todo: yo no fui. Y es que, tras la bomba que explotó en la olla podrida del PSUV con la grabación del nefasto Mario Silva, la respuesta oficial fue la que yo esperaba: yo no fui.
Durante el mandato del difunto, vimos ministros llegar e irse sin hacer nada. Prometiendo, como los actuales (que son los mismos del pasado), resolver todas las crisis nacionales. Sin embargo, luego de más de una década, el gobierno afronta los mismos problemas de hace más de diez años. ¿Por qué será? La respuesta es sencilla. Estamos ante ministros que ocupan cargos sin tener la menor idea respecto del tema. Estamos ante una mafia que, como todos sabemos, sólo se dedican a engrosar los bolsillos y más nada. Lo que antes era un chisme, lo sabe todo el mundo. La verdad detrás de la revolución es que, lamentablemente, no hay revolución. Lo que si hay, y en exceso es ROBOLUCIÓN. Esta última se da, cuando esos ministros neófitos, bates quebrados, quemados y corruptos, asumen carteras ministeriales necesitadas de expertos en cada materia. Lamentablemente, a estos ministros se le enchufan el típico venezolano vivo que, no cree ni papa el tema de la revolución, pero como le encanta la Robolución.
La política venezolana, históricamente, ha tenido record de corrupción, pero el difunto presidente dio rienda suelta a una nueva especie. Una plaga voraz, capaz de terminar y secar todo a su paso, mientras al pueblo  crédulo ignorante (suena duro pero es la realidad), lo alimentan de promesas, siempre para un mañana incierto. Se le inculca el conformismo, la miseria y el resentimiento contra políticos, la mayoría difuntos, de una cuarta república que no existe, y que no existe, no porque una persona lo haya dicho, sino porque el pueblo estaba cansado, ansioso de un cambio radical que nunca llegó.
Con la bomba soltada por Mario Silva (un secreto a vox populi) lo lógico sería que cayeran todos en este gobierno. Y sería lo lógico y lo justo, porque he visto rodar la cabeza de alcaldes, gobernadores, presidentes extranjeros, por menos que la olla podrida que vienen cocinando sin control en el PSUV y el gobierno, por 14 años. Por unas aceras, supuestamente pagadas, y nunca realizadas, el alcalde de Bogotá, en menos de un periodo constitucional, tuvo que dejar el cargo y enfrentar el peso de la justicia. En Ecuador tienen experiencia en el tema (aún cuando ahora se dejan montar la pata por el pseudo demócrata Rafael Correa). En el macabro, supuestamente negativo en todo, imperio norteamericano, por un escándalo que no involucraba ni un dólar mal habido, al presidente Richard Nixon tuvo que decirle adiós a La Casa Blanca.
¿Qué pasará acá? El tiempo dirá. Pero la lucha es dura, cuando estamos ante un gobierno que, aún cuando está dividido desde sus cimientos, controla los poderes del país. Cada poder nacional es una embajada roja que termina haciéndose de la vista gorda tras cada denuncia de escándalos en el país.
Desde el año 2000 hasta el día de hoy, hay tantas denuncias REALES Y COMPROBADAS de ollas corruptas en el gobierno, como delincuentes en la calle.  Sin embargo denuncia tras renuncia recibe la misma respuesta: yo no fui, y terminan agregando: fue el imperio, la CIA, las iguanas, los ratones, Uribe, etc, etc. Por su parte el TSJ, mira para otro lado, una y otra vez tras cada denuncia, y las cosas parecieran enfriarse. Sin embargo, la enfermedad está ahí, carcomiendo al país, deteriorándolo, haciendo que, cada día, nos hundamos más en la miseria que dejan a su paso, una plaga de políticos que no les duele Venezuela, porque sólo les interesan sus bolsillos.
Ciertamente no hay delincuente que asuma con valentía la responsabilidad de su actos delictivos. Pero cómo hace falta un arrebato de hombría, de pantalones y de amor por este país que necesita eso.
Estamos caminando por los últimos años de una robolución que nació moribunda, de eso estoy seguro. Es una realidad que ha resistido, más de lo que debía, y eso se debe en parte al único logro gubernamental: secuestrar los poderes del país. Pero no se puede mantener a flote un barco con tanto peso de mentiras, de corrupción y de escándalos. Lo normal es naufragar, y este Titanic de corrupción, está próximo a chocar con el Iceberg de la verdad.
No lo disfruto, realmente no lo hago. El hundimiento de esta farsa, destruye con su caída, lo poco que viene quedando del país. Pero sé que, de esas cenizas, nos levantaremos vencedores. Por eso escribo esto. Mi deseo más profundo es ver a una Venezuela distinta. Es gozar de un país próspero y lleno de oportunidades, para todos por igual, como merecemos. Sin embargo, para eso, hay que ver  desplomarse a esas personas que han destruido al país, que lo han dividido con sus mentiras y su cuento de un solo pensamiento que acolite toda su sinvergüencería.
Veamos cuánto dura en  suceder, pues estamos en el país en el que nunca pasa nada, tras cada denuncia. Estamos ante un país que se conformó con aceptar que nos roben. Pero todo tiene su final.

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