El tren equivocado

 

 

Venezuela ha invertido importante cantidades de tiempo y dinero saliendo de la CAN y el G3, los esquemas previos que hoy le darían ingreso por derecho propio a la Alianza del Pacífico, el más prometedor bloque de integración latinoamericano, con el fin de crear la Alba e ingresar a Mercosur

 

Víctor M. Mijares

 

Las reglas que operaron durante la Guerra Fría para las relaciones internacionales difieren de las que hoy están vigentes. Y aunque no son idénticas a las de la multipolaridad previa, es más fácil conseguir paralelismo en aquel mundo pre-bipolar que en el que dos grandes bloques con sendas potencias enfrentadas conformaron. Y es que en la Guerra Fría los bandos políticos eran muchos más claros que antes y después de ella, por lo que los bloques económicos fueron eso y poco más, bloques económicos. No en vano la Comunidad Económica Europea se convierte en una más integral Unión Europea una vez resuelta la rivalidad americano-soviética. Siendo así, los bloques económicos vuelven a ser lo que fueron, preámbulos para mayores esquemas de integración política.

 

En América Latina proliferaron esquemas de integración durante la bipolaridad mundial, y es sólo recientemente cuando identificamos una clara intencionalidad geopolítica en la conformación de estos bloques. Para ser sintéticos, podríamos comenzar con Mercosur, temprano proyecto de las cúpulas empresariales brasileño-argentinas que encaja con la visión geopolítica de Brasil; el Nafta (por sus siglas en inglés), que integra a México con las dos grandes economías anglosajonas del norte, pero que lo desarticula de su área de influencia natural en Hispanoamérica; el fallido Alca, el intento liberal por llevar al Nafta hasta la Patagonia; la Alba, iniciativa cubano-venezolana para exportar la revolución; y, más recientemente, la Alianza del Pacífico, inspirada en el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica, y que reúne a economías liberales hispanoamericanas en un abierto contrapeso al Mercosur de Brasil, con el valor agregado de reincorporar a México a su área de influencia natural.

 

Venezuela ha invertido importante cantidades de tiempo y dinero saliendo de la CAN y el G3, los esquemas previos que hoy le darían ingreso por derecho propio a la Alianza del Pacífico, el más prometedor bloque de integración latinoamericano, con el fin de crear la Alba e ingresar a Mercosur.

 

El primero, la Alba, hoy luce quebrado, sólo su brazo financiero, Petrocaribe, de poco calibre y apenas efectivo en pequeñas economías, es lo que queda en pie. Mercosur, por su parte, está estancado en conflictos económicos y de confianza política.

 

Hasta Uruguay ha pedido ser parte de la Alianza del Pacífico, una declaración que dice mucho sobre el deterioro real de ese bloque en el que a duras penas Venezuela ingresó sin mucho que ofrecer.

 

Mientras que los centros de gravedad de las capacidades económicas, la influencia diplomática y el poderío militar del mundo se desplazaron rápidamente desde el Atlántico hacia el Pacífico, la sensación que tenemos es que Venezuela tomó el tren equivocado.

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