Brasil quiere bailar samba

wBrazil's forward Neymar (2-L) kicks a ball as defender David Luiz-- AFP PHOTO - VANDERLEI ALMEIDAMientras el gigante amazónico tiene sus reservas y pretende implementar un triunvirato, México está en terapia intensiva

Brasil tiene sus urgencias. México vive en estado de emergencia.
Y así, bajo ese escenario, chocan este miércoles en la Copa Confederaciones en la segunda jornada de la competencias.
Brasil, firmando autógrafos superó a Japón, y pudo golearlo. Italia, firmando actas de defunción, venció a México y pudo haberlo goleado.
Parecería que viven en el mismo vecindario Brasil y México al hablar de la asignatura de urgencias de los amazónicos y del testamento de emergencias de los tricolores.
No: más que vecinos, son antípodas.
Brasil y sus urgencias. Dejar sello de soberanía en su casa y en su torneo. Ganar la competencia como punto de arranque para el Triunvirato: Confederaciones, Mundial y Juegos Olímpicos, todo en casa. De conseguirlo, una hazaña sin precedentes.
Ojo: Sí, Brasil y sus urgencias. Pero México no es un parteaguas en ese proceso, es acaso, un escalón solamente.

En crisis…
Y México y sus emergencias. Con angustias en el Hexagonal Final de la Concacaf, con incertidumbre en su fútbol, con una Copa de Oro de manera inmediata, la Confederaciones se ha convertido en una referencia dramática.
La derrota ante Italia, marcada por errores defensivos de José de Jesús Corona y Maza Rodríguez, más las limitaciones ofensivas, se añaden a la estela, o al oleaje creciente de desconfianza y desazón sobre su futuro, y llega como sinodal extremo e in extremis, como lo es Brasil.
Una victoria, que no está en el presupuesto del sentido común, salvaría del naufragio al Tri. No sólo al equipo, sino al entrenador Chepo de la Torre, que en dos partidos consecutivos (Costa Rica e Italia) ha salido escoltado soez y humillantemente por los gritos de «fuera Chepo, fuera Chepo», en la proclama airada de emancipación por parte de la afición.
Brasil fue un equipo poderoso ante Japón. Ganó cuando quiso. Ganó como quiso. Y ganó por la cantidad de goles que quiso.
No fue cautivador, ni subyugante, ni vistoso, ni embelesador. Fue eficiente, paciente y contundente. Esa es la retórica de Felipao Scolari y será la que predomine y marque, nuevamente, a la selección de Brasil en sus compromisos de los próximos años.

Juventud de su pasado
México puede ilusionarse -o engañarse- con sus propias memorias.
A la mayoría de estos brasileños, el Tri los goleó en un amistoso en Houston, y los derrotó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con la medalla de oro de por medio, el único galardón esquivo, elusivo y ajeno a las vitrinas amazónicas.
Pero, por otra parte, ese es un agregado a la motivación del equipo brasileño.
Prueba de ello, es la reflexión de Hulk: «México ya nos ha hecho mucho daño recientemente. No más. No de nuevo».
Para algunos, incluso, la inestabilidad social en las calles de Brasil, especialmente en las ciudades sedes de la Copa Confederaciones, se vería aletargada con una nueva victoria del amazónica y su consiguiente clasificación a las semifinales.

Misiones…
Es decir, para los pentacampeones del mundo , las urgencias se aderezan de premios, de incentivos, de satisfacciones. Es una misión múltiple de buenos propósitos.
Para el Tri y sus emergencias, es una situación contrastante. Ganar por supervivencia en este torneo y tal vez en los que vengan, y por supuesto, en la salud de su entrenador nacional. De no haber hazaña, el patíbulo los espera.
Y para los dos equipos aplica la vieja regla de los tahúres y apostadores: «el que juega por necesidad, pierde por obligación».

Rafa Ramos
espn.com

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