Universidad, sociedad y país

La universidad venezolana desde hace mucho tiempo dejó de interpelarse, se volvió excesivamente endogámica y perdió su conexión con el país, para convertirse en un simple referente nostálgico o sentimental, casi siempre quejumbroso con nuestro poco creativo discurso del presupuesto, mientras seguíamos alimentando la burocracia clientelar universitaria y permitíamos que nuestros salarios y del trabajador venezolano en general se difuminarán en la voraz e implacable inflación, provocada por políticas erróneas de gobiernos fracasados.

Es urgente retomar el diálogo con el país, volver a aprender a respirar con él, a compartir sus angustias y anhelos, a identificarnos con su presente y mucho más importante volver a compartir el futuro con todos los sectores de nuestra sociedad. Tenemos que asumirnos desde la autocrítica así como hablarle con franqueza y claridad al país.

La universidad milenaria ha vivido en tensión permanente con el poder y no podía ser de otra manera, en la medida que se asumía racionalista y crítica. En nuestro ámbito cultural es ejemplarizante lo acontecido en la emblemática Universidad de Salamanca, el 12 Octubre de 1936, cuando decía el rector Unamuno: “ (…) A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de <<¡Viva la muerte!>>, y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no la comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.  Pero desgraciadamente, en España hay actualmente demasiado mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, y la asamblea le hace coro. Unamuno inmutable continúa: “Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: Razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.

La barbarie se impuso como lo temía el Rector Unamuno y España pago las consecuencias. En Venezuela, somos tan insensatos que no aprendemos estas lecciones fundamentales de la historia.

Igual que el Rector Unamuno, tampoco podemos ni debemos callar y es que el silencio cómplice siempre le facilita el trabajo a estos bárbaros recurrentes de la historia.

Rector UNICA

Ángel Lombardi

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