No, mister Obama

Sí, el uso de armas químicas debe ser repudiado sin contemplaciones. Esa atrocidad del dictador Al Assad que se suma al genocidio que viene emprendiendo en contra de su propia población, no puede pasar por alto y algo debe hacerse de inmediato. No obstante, un ataque militar unilateral por parte del gobierno de Barack Obama en Siria -aunque sea limitado, selectivo y que finalmente cuente con el apoyo del Congreso estadounidense- es un grave error que en nada favorece a EEUU, a la población siria, ni a la convulsa situación del Medio Oriente.

No importa que la causa del ataque sea noble, que derive de la genuina preocupación por el pueblo sirio, de la necesidad de dar un castigo contundente al régimen dictatorial, y un mensaje disuasivo a todos aquellos que pretendan utilizar armas químicas. Estas justificaciones no tapan la realidad de las nefastas consecuencias que traería una acción militar ilegal y débil, al no contar con la aprobación de la ONU, el informe de los inspectores de ese ente, ni con el apoyo militar -no sólo político- de históricos aliados, y sin objetivos claros.

Apenas reparemos en el rechazo público interno y externo que ya se expresa en numerosos sondeos de opinión y es aprovechado por el propio régimen sirio y sus aliados «revolucionarios» y terroristas del mundo. Mucho le costó al Nobel de la Paz 2009 hacerse de una imagen moderada, pacifista, diferente a la de sus opositores republicanos de su país, la cual en gran parte creó con insistentes negativas al uso de la fuerza fuera del marco de la ONU. Otro costo innegable es la fuerza política (y económica por el alza del precio del petróleo) que le daría a una oposición siria cada vez más intervenida de islamistas fundamentalistas y milicianos de Al Qaida, así como el fortalecimiento y unión de los aliados externos de la dictadura siria, como Rusia, Irán y China.

¿No sería preferible que Obama se lanzara de lleno a abanderar un rechazo mundial con fuertes medidas políticas contra Al Assad y un alto al fuego en Siria?

María Teresa Romero

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