Ante la traición a la patria

Traición a la Patria. El más grave de los delitos que pretende imponérsenos. Es la hora de reaccionar con honor y defender lo más preciado de nuestras vidas: nuestra nacionalidad. “Amo desesperadamente a mi Patria, como se ama a una madre que agoniza”, Vicente Huidobro, poeta chileno

Lastrará por años y años sobre la honra de nuestras fuerzas armadas el haber permitido lo que puede considerarse el hecho más ominoso de la historia de la República desde la fecha de su fundación, hace más de doscientos años: que uno de los suyos, a cargo de la presidencia de esa misma República, le entregara la soberanía de la Nación a un poder extranjero, se echara en brazos de los mismos invasores que fueran expulsados de nuestros territorios con la sangre, el esfuerzo, la inteligencia y el coraje de nuestros soldados y prefiriera ir a morirse en ese territorio extranjero antes que en los brazos de los suyos. Una traición nunca antes vista en nuestros anales.

Lo que ha terminado por traducirse en el más doloroso y lamentable proceso de automutilación del que tengamos memoria. Ciertamente: no han sido la ambición territorial, los afanes expansionistas, el chovinismo y la exaltación nacionalista elementos constitutivos de nuestra nacionalidad. Venezuela ha sido desde sus orígenes una nación pacífica, ejemplarmente solidaria y universalista en sus más profundas convicciones. De allí los sacrificios puestos en la faena de liberar a todo un continente de las garras del colonialismo. A costas de cientos de miles de sus hombres. Nuestros más preclaros pensadores, entre ellos Rómulo Gallegos y Mariano Picón Salas subrayaron ese hecho sorprendente, anotando que el pueblo venezolano era antes belicoso que belicista. Y que, por lo mismo, esa belicosidad – que no belicismo -, se expresaba en los sucesivos procesos automutiladores que viviéramos a lo largo de nuestra historia. En efecto, luego de nuestras gloriosas epopeyas independentistas, que llevaran a nuestros soldados a derramar su sangre en cinco naciones de nuestro continente, no hemos puesto nuestra vocación guerrera al servicio de un proyecto nacional, de un Estado al servicio del fortalecimiento de la Nación, como hicieran chilenos, argentinos y brasileños, que expandieran sus territorios a costa de sus vecinos. De la mano de ejércitos y Estados con clara conciencia de sus intereses nacionales. Chile a costas de Perú y Bolivia. Argentina y Brasil a costas de Paraguay, Ecuador y Perú a costas de Bolivia.

Muy por el contrario: la historia de Venezuela está signada por la renuncia al ejercicio de nuestros derechos sobre importantes territorios que nos han sido arrebatados ante la criminal indiferencia de gobiernos y gobernados. Lo que fuera defendido con valentía y coraje por los gobiernos democráticos frente a Colombia en el Golfo y frente a las pretensiones de Guayana sobre el Esequivo, hoy pareciera consumarse ante la falta de patriotismo de quienes se han entregado en cuerpo y alma a la tiranía cubana, que impone sus intereses en el Caribe a costas de lo que ya consideran una satrapía suya en manos de uno de sus agentes. Uno de ellos y en mala hora legitimado al frente del gobierno tras unas elecciones fraudulentas por unas instituciones al servicio de esa misma tiranía cubana.

Es la hora de que todos nuestros ciudadanos, partidos y ONGs, parlamentarios, la Iglesia, las academias y los medios reaccionen con patriotismo frente al descuartizamiento de nuestras tradiciones republicanas y con decoro e hidalguía frente al saqueo de nuestros legítimos derechos soberanos que se pretende atropellar ante el entreguismo del régimen. La Patria nos impone salirle al paso al entreguismo gobernante y hacer valer nuestros legítimos derechos soberanos sobre la integridad de nuestro territorio. Hay que rechazar con todas nuestras fuerzas la desidia del gobernante y su disposición a traicionar nuestros derechos territoriales sobre la Venezuela Esequiva.

Todo lo demás es traición. Traición a la Patria. El más grave de los delitos que pretende imponérsenos. Es la hora de reaccionar con honor y defender lo más preciado de nuestras vidas: nuestra nacionalidad.

Antonio Sánchez García

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