Está loco y nos vuelve locos

 

 

Paciano Padrón

 

Quien ilegítimamente ejerce la presidencia de la República está enloqueciendo a la población, transmite su locura y entre otros desvaríos nos convierte en compradores compulsivos cuando encontramos productos que escasean, los requiramos o no.  Las inmensas colas para comprar cualquier cosa no es que nos hacen perder el tiempo -muchísimo más grave que eso- nos hacen olvidar problemas nuestros y del país muchos más gruesos, para colocarnos a la caza de papel tualé, harina, leche o cualquier otro de los tantísimos productos desaparecidos; y cuando los alcanzamos hasta damos gracias a Dios, y algunos incluso sienten gratitud con el buen gobierno que les ha hecho el favorcito de darles un poco de aquello a lo que tienen pleno derecho.

En mis reflexiones de la semana pasada, que titulé “Es una locura hacerlo igual”, recordaba una expresión del genial Albert Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”.  Maduro continúa empecinado en su locura de acelerar el camino hacia el comunismo, siguiendo los pasos del lamentable caso cubano, de los hermanos Castro que por más de medio siglo han hambreado a su pueblo, haciendo siempre lo mismo, profundizando el estatismo y golpeando a los emprendedores privados. Maduro, en solo siete meses, ha logrado aumentar groseramente la inflación e incrementar el desabastecimiento, cerrar muchas más empresas y agrandar las cifras de importaciones, agotando las reservas de divisas en la adquisición de productos que antes llevaban el sello “Made in Venezuela”.

El desacierto reiterado y la locura de hacer lo mismo una y otra vez en la industria petrolera, nos han llevado -y es para no creerlo- a aumentar las importaciones de derivados de hidrocarburos, ya que disminuye la refinación del petróleo y su transformación en gasolina, aceites y tantos otros productos esenciales en la vida moderna. Lo más grave es la contradicción de este régimen inepto, cuyos principales voceros no hacen sino echarle palo al capitalismo, particularmente a los EE.UU., y cada vez más dependemos no solo de nuestra venta de petróleo a ese país, sino de la compra de todo tipo de productos, incluyendo los derivados del petróleo, los que se han incrementado en un 15,6% en los siete lamentables meses en que el señor Maduro ha usurpado ilegítimamente el Palacio de Miraflores, mientras se pelea por vivir en La Casona. En efecto, en su nombre la primera combatiente, Doña Cilia, a diario se bate con las hijas del “comandante eterno”, pretendiendo desalojarlas de la residencia presidencial a la que no tienen derecho.

La locura transmitida por el señor Maduro nos vuelve violentos y agresivos, nos quita la bonhomía característica de nuestro gentilicio, andamos irritados. Los insultos permanentes y las palabras soeces, las agresiones verbales y físicas, los atropellos, el uso de la fuerza pública y de los órganos de justicia para retaliación y sometimiento, nos hacen agresivos y pendencieros. Simultáneamente, el no cumplimiento de la obligación primaria de cuidar la vida y los bienes de los ciudadanos, el permitir que los asesinos y hampones hagan de las suyas libremente, nos llena de sobresalto, nos vuelve paranoicos, lo que, por decir lo menos, desmejora brutalmente nuestra salud física y psíquica, y nuestra calidad de vida.

Los venezolanos necesitamos reencontrarnos con nosotros mismos y con el país que hemos perdido, recuperar nuestros valores y la forma sana de convivir. No  queremos más locuras ni que nos sigan enloqueciendo. Dentro de pocos días, el 8-D, debemos dar una señal clara de que queremos cambiar. No basta con votar, si bien tenemos que hacerlo; que por amor a Venezuela y a los nuestros nadie falte a la cita en las mesas electorales, y que ese amor nos lleve a la calle ahora y luego, para ponerle punto final a la locura, a quienes quieren seguir haciendo lo mismo: “Si hacemos lo mismo, resulta lo de siempre”.

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@padronpaciano

 

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