Colectivos de hoy, lincheros de ayer

La historia de grupos armados, paramilitares o colectivos no es nueva en la historia de Venezuela. Ni en eso la imaginación acompaña a los estrategas del régimen, sean estos nacionales o caribeños.

Tras el triunfo de la llamada eufemísticamente Revolución Azul, que acaudilló un senil José Tadeo Monagas y quien no pudo ejercer el poder porque la muerte le sorprendió, su sobrino, José Ruperto Monagas, asume las riendas del gobierno. Ante sus desacertadas decisiones, observaba como crecía la oposición y apeló a un grupo de rufianes para atacar físicamente a los contrarios y someterlos a su voluntad por la vía de la violencia. Así se populariza un grupo de maleantes reconocidos en la historia nacional como los «Lincheros de Santa Rosalía».

Estos «Lincheros», matones de oficio y lo más execrable de la sociedad, cometieron un craso error: una noche de agosto de 1869 asaltaron la casa de Antonio Guzmán Blanco, acabaron con la fiesta que ofrecía, vejaron a sus invitados y saquearon el lugar. Guzmán Blanco y su esposa huyeron en el carruaje de un diplomático asistente y posteriormente partió al exilio. En abril de 1870, lideraba una invasión que tomo el nombre de la «Revolución de Abril» e instauró un gobierno, que no viene al caso juzgar en este escrito.

En nuestra Venezuela revolucionaria y chavista, tenemos ejemplos de agresiones de estos «lincheros» modernos, quienes escudados en la montonera, armados e incluso con protección especial, atacan a grupos de manifestantes desarmados por el sólo hecho de expresar de alguna manera su oposición al régimen. Así ha sido a lo largo de estos 15 años, por más que ahora nos quieran presentar a los Tupamaros como «grupos desarmados promotores de la paz».

Hoy, con razones sospechosas, el Gobierno llama a un dialogo de paz, pero los «lincheros» están en las calles y envalentonados. Ya el gobierno no goza del prestigio internacional ganado con su petrochequera. Voces autorizadas, periodistas, intelectuales, artistas, han señalado la situación de crisis que vive la moribunda democracia venezolana. Los organismos de DDHH están en cuenta de lo que ocurre y el simple hecho de haberse retirado de la CIDH, no interrumpe las denuncias y procesos que se siguen en instancias internacionales, como la Corte Penal Internacional de La Haya. Las cosas no están bien para la «revolución», ellos lo saben, en el oficialismo hay sectores que están alarmados y buscan desesperadamente que le lancen un salvavidas.

La MUD ha reaccionado con propiedad frente a una iniciativa gubernamental que debió ser acompañada con el desarme de los «lincheros», lo que coloca a la agrupación opositora, nuevamente, al lado de una postura que más temprano que tarde va a triunfar. Ahora bien, en esto debemos ser claros y objetivos, esta lucha no es a corto plazo y el gobierno no va a sufrir cambios en tiempo cercano; pero tampoco será interminable y, por muchas razones, vendrán sucesos que colocarán a nuestro hermoso país en el sendero de paz, único estado en el cual se puede progresar y combatir endemias lacerantes, como la de la pobreza, de forma estructural.

Omar Ávila

 

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