“La nueva oposición”

Leandro Rodríguez Linárez

 

 

Venezuela vive momentos cruciales, bajo la denominación que nos atrape, bien sea guerra económica o pésima gestión gubernamental, la calidad de vida de todos los venezolanos merma tétricamente día a día. La oposición ha venido ajustándose año a año según las exigencias coyunturales, el gobierno también, sobre todo los últimos años donde incluso estratégicamente ha tenido que imprimir esfuerzos descomunales para mantener el poder. Ahora bien, el gobierno tiene dos grandes desventajas, la primera es que ha pesar del panorama general no da su brazo a torcer, su tozudez lo arrincona, no hace lo que podría ser una panacea a los principales problemas que azotan al país; sí decidiese a apoyar la producción criolla en vez de importar permitiría el cese de la empobrecedora inflación, de la escasez, de los empleos informales, de la exacerbada dependencia a la renta petrolera, entre otros tantos beneficios más. La otra gran desventaja es que la oposición sí cambia, probablemente forzada por las circunstancias y es allí a donde queremos arribar. Sí la MUD evoluciona a algo mucho más amplio comprometerá definitivamente al gobierno, el planteamiento de la “unidad” debe dejar de ser estrictamente partidista y convertirse en una fuerza aglutinadora y representativa de todos los sectores del país, entiéndase bien; partidos, universidades, trabajadores, sectores agrícolas y todas la áreas del país que hoy sufren la Venezuela desmembrada, deformada e improductiva, solo así las ofertas opositoras podrían obtener la identificación nacional que no ha podido consagrar con el devenir de los últimos 15 años. La oposición solamente desde las vitrinas de los partidos debe dejar de ser el único vínculo exigente de cambio, debe ampliarse, multiplicarse a la voz de las demandas sentidas de toda una población cansada de inseguridad, de inflación, de hacer colas para comprar lo que se consiga. ¿Por qué hablo de la “nueva oposición”? sencillamente porque está más que demostrado que el gobierno no cambiará su rumbo, por el contrario huye hacia delante, radicalizando aún más su particular modo de gobernar mirando solo hacia un lado. El gobierno se niega ajustarse a los cambios que demanda a gritos la sociedad, seguirá siendo tal cual y como lo vemos hoy día e incluso redoblará el paso de sus costumbres, una anacrónica terquedad que en política se paga con creces. Sí la “unidad” evoluciona, se amplia y la conforman todos los sectores de la vida nacional el gobierno tendrá motivos para temer.

 

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