Protesta vs represión

Es  triste que los países de América Latina, a los que tradicionalmente Venezuela ha tendido su mano de múltiples maneras, mantengan silencio frente los hechos violentos de adeptos al gobierno

María Virginia Valera Zerpa

En febrero de 1928, brotó la crítica en las calles venezolanas contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, siendo notables en las páginas de nuestra historia las luchas emprendidas por líderes universitarios de la época. Hermosas lecciones surgieron basadas en los ideales de esos grupos que luego ingresarían a la posteridad como la famosa generación del 28.

El propósito era originar cambios en el sistema político. Para Manuel Caballero, estos muchachos inventaron la política en Venezuela, y civilizadamente canalizaron sus protestas. Entre estos destacaron personajes como: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Juan Oropeza, Raúl Leoni, Humberto Tejera, Gustavo Machado, José Pío Tamayo, entre otros.

Durante la segunda mitad del pasado siglo las demandas estudiantiles son una constante en la vida universitaria y los espacios de los medios en nuestro país recogen los testimonios de enfrentamientos que reflejan la oposición al régimen bipartidista que dominaron los partidos Acción Democrática y Copei. Y es así como llegamos a los sucesos de febrero de 1989, punto de partida de unos hechos que tal vez eran el primer indicio de lo que vendría.

Los estudiantes desde la perspectiva del gobierno eran un peligro, por su acción con la gente y la organización que lograron en las barriadas populares de toda Venezuela. Estaban en la calle para  canalizar la protesta de las grandes mayorías y pronunciarse al mismo tiempo, por lograr mejoras en su calidad de vida. Hoy observamos la presencia de jóvenes en importantes posiciones de la vida nacional y ello es el resultado de su incorporación activa en la problemática del país pero también en la búsqueda de soluciones.

Las recientes manifestaciones que han protagonizado los estudiantes en diversas ciudades del país, en las cuales ha prevalecido su carácter pacífico, los jóvenes han sido atacados por grupos adeptos y organizados por el propio gobierno, que bajo el atractivo (e insospechado) nombre de “colectivos”, cabalgan en motos de alta cilindrada y se encuentran mejor armados que las policías. Además, les favorece abiertamente la impunidad.

Entre las voces que han dejado sentir su airada protesta, figura el General Fernando Ochoa Antich, con una participación destacada en los sucesos de febrero de 1992, afirmando que “la violencia de estos días ha sido responsabilidad exclusiva del gobierno nacional” y, en ello coincide la mayoría de los venezolanos. Sabemos que el régimen  castro-chavista ha utilizado la represión de mil maneras para imponer su revolución.

Si nos ubicamos en un contexto preciso, la marcha estudiantil del pasado Día de la Juventud se originó en una actividad organizada para protestar la detención injusta de unos jóvenes privados de libertad por reclamar mayor seguridad, ya que una compañera  suya estuvo a punto de ser violada en el campus universitario en la ciudad de San Cristóbal. Ese día la actividad se desarrolló conforme a lo planificado, en  perfecto orden, sin alteraciones a pesar de la actitud de la Fiscal General de la República al negarse  a recibir una delegación estudiantil para conversar sobre el motivo de la protesta y es al final de la concentración, cuando hacen su aparición los integrantes de los grupos organizados, quienes llegan disparando y ocasionan el triste saldo de tres personas fallecidas e innumerables heridos de bala.

La forma como ocurrieron los hechos y el balance registrado no ameritan hacer demasiado esfuerzo para suponer el origen de esta agresión. Las imágenes captadas por vecinos y asistentes a la nutrida marcha revelan la participación de funcionarios policiales en estos sucesos violentos, hasta el propio presidente Maduro así lo admitió.

Estos hechos han  estado acompañados de graves acusaciones que involucran a destacados líderes de la oposición, incluyendo diputados, el ex presidente Álvaro Uribe y funcionarios diplomáticos de los Estados Unidos.

Es  triste que los países de América Latina, a los que tradicionalmente Venezuela ha tendido su mano de múltiples maneras, mantengan silencio frente los hechos violentos de adeptos al gobierno, que operan libremente ante la total inercia y complicidad de la Policía Nacional Bolivariana. En muchas cumbres el gobierno venezolano habla de libertad, paz y no violencia y luego llaman fascistas a los estudiantes, que con todo el derecho que les da la Constitución piden atención ante las acciones equivocadas del régimen.

El contenido de una genial pancarta podría resumir la magnitud de la crisis que ahora nos involucra a todos: “Maduro si no permites soñar no te dejaremos dormir”

Salir de la versión móvil