Diálogo Venezuela-EEUU

 

Leopoldo Puchi

 

Las relaciones entre Washington y Caracas se han hecho cada día más distantes. Ha transcurrido mucho tiempo sin que los dos países hayan podido acordar la designación de embajadores. Cruce de palabras. Acusaciones mutuas. Amenazas de pasar del verbo a las manos, a las “sanciones”.

En el mundo actual, una situación absurda. Por muchas diferencias e intereses distintos que puedan existir, lo natural es que haya un marco de entendimiento entre países. Además, nos atan razones geográficas, nos une la historia de las independencias del Nuevo Mundo y nos enlaza la tradición de los valores republicanos de democracia y libertad.

Sin embargo, entre los dos países hay desacuerdos. Washington considera que en Venezuela se vulnera la vida democrática. Caracas, por su parte, estima que el gobierno de Estados Unidos viola el derecho humano a la privacidad de sus ciudadanos y que recurre a la tortura para  obtener confesiones. En política internacional, Estados Unidos reciente los estrechos vínculos con Cuba e Irán. Por su parte, Venezuela cuestiona la intervención militar estadounidense en varios puntos del planeta.

Ahora bien, los desacuerdos no tienen por qué conducir a situaciones conflictivas. Por ejemplo, existen relaciones bastante amistosas entre China y Estados Unidos, a pesar de las diferencias que los separan. Y se supone que ninguno de los dos gobiernos hace actividades políticas en el otro dirigidas a cambiar sus sistemas políticos. Obviamente el respeto es la base de cualquier relación.

Estados Unidos no puede colocar como condición previa a la designación de embajadores que el gobierno venezolano modifique sus políticas. Tampoco puede Venezuela  supeditar a un cambio de Washington de políticas, internas o externas, la escogencia de un embajador. Lo que sí debe quedar claro es que ningún gobierno puede actuar en la política interna o presionar con sanciones para forzar cambios en otro país.  Y mucho menos realizar actividades, directas o encubiertas, con el propósito señalado. Ni Estados Unidos lo admitiría ni Venezuela tampoco.

Así que lo inquietante no es tanto que la  lista de focos de fricción sea larga, sino que se trata de discordancias entre un pequeño país latinoamericano y una potencia económica y nuclear. Hay una historia. En numerosas ocasiones las diferencias entre países de Latinoamérica y Estados Unidos se han saldado con invasiones militares o golpes de Estado. Por su puesto, en el sur. Una historia que no debe repetirse.

Hace dos semanas, Venezuela designó una comisión de alto nivel para abordar los problemas planteados entre los dos países. Pero hasta el momento, no ha habido una respuesta. Ahora bien, no es necesario tener un mismo modelo de sociedad o visiones políticas semejantes para que haya relaciones diplomáticas normales, de respeto, sin intervenciones. Lo civilizado es dialogar. ¿Por qué Washington se niega?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salir de la versión móvil