La ilusión monetaria del venezolano

 

 

En un escenario inflacionario (como es el caso venezolano) emerge el endeudamiento como otro tipo de ilusión monetaria

 

 

Jesús Alexis González

 

 

El estado de ánimo de la sociedad está íntimamente vinculado a la evolución de la economía real, y a la percepción sobre el comportamiento “nominal” del dinero y su cambio “real”, lo cual conforma una ilusión monetaria si tal acción se desarrolla en un escenario inflacionario

Siendo que la mayor ilusión se genera cuando el Gobierno crea en los ciudadanos una sensación de “bonanza real” mediante un aumento persistente de la liquidez monetaria, cuyo efecto pronto desaparece ante inelásticas respuestas del aparato productivo en su función generadora de la oferta, y ante fallas en la política de importaciones como alternativa complementaria de la oferta doméstica.

Es de señalar que la inflación es la principal destructora de las expectativas favorables que se generan al producirse, por ejemplo, un incremento de sueldos (y de pensiones y jubilaciones) que en un primer momento se traduce en un estímulo al consumo de bienes y servicios (esperanza por comprar más que antes), en razón de tener “más dinero en el bolsillo” lo cual, en la práctica, se convierte en un efecto irreal ya que la erosión inflacionaria reduce el poder adquisitivo en un grado mayor que la mejora de los ingresos; o lo que es lo mismo, al restarle el efecto inflacionario al incremento salarial, el aumento efectivo de los sueldos resulta muy reducido o incluso negativo habida cuenta que dichos incrementos salariales son administrativamente escalonados mientras que la inflación es día a día con el consecuente deterioro del poder adquisitivo real.

En un escenario inflacionario (como es el caso venezolano) emerge el endeudamiento como otro tipo de ilusión monetaria, ya que la gente piensa que va a ganar más en el futuro y por tanto adelanta las compras mediante operaciones de crédito (superior a 60%); hecho que se perfila con mayor intensidad cuando una familia no tiene capacidad de ahorro y más de 70% de sus ingresos los destina al consumo de alimentos.

Ha de destacarse que la ilusión monetaria tiene un negativo efecto no sólo para los consumidores, sino para la economía en general ya que al incrementarse la demanda como consecuencia de un aumento en los ingresos de los consumidores sin la existencia de una oferta para satisfacer esa mayor demanda, la obviedad demuestra que se producen nuevos incrementos de precios dados por la escasez reduciendo aun más el poder adquisitivo del “atormentado” consumidor. Tal “ajuste de precios por inflación” es económicamente injusto y socialmente desigual ya que castiga con mayor intensidad a las clases sociales más desprotegidas, lo cual impulsa hacia nuevos errores de política gubernamental, como el mantener artificialmente bajo los precios (soslayando la inflación de costos y la inercial) que más temprano que tarde tendrán que ajustarse a la luz de la inflación acumulada y reprimida dentro de la estructura de costos de las empresas; a menos que el Gobierno tenga la ilusión que los trabajadores acepten una caída del salario real.

Venezuela presenta un alarmante exceso de dinero en circulación (liquidez monetaria) que en mucho no se traduce en producción de bienes y servicios, muy por el contrario se “compensa el desequilibrio” mediante la inflación al desestimular el deseo de comprar ante la elevación de precios. Tal situación se visualiza con claridad al observar que el porcentaje de exportaciones del sector privado apenas supera 2% del total exportado por el sector público (98%), donde el sector petrolero representa 95%, que a la postre facilita configurar una economía de puertos (la mayoría de la oferta doméstica es importada) y ratifica nuestra condición de país rentista, situación que ha generado en los últimos 15 años ingresos fiscales por un monto superior a los USA$ 1,3 billones (millones de millones) para un promedio anual de USA$ 72 millardos, quedando suficientemente claro que el dinero por sí mismo no genera riqueza material ni bienestar social.

Resulta de sumo interés indicar que en el lapso 2003-2013 las reservas internacionales se incrementaron en apenas 9,7%, mientras que durante el mismo lapso la liquidez monetaria creció en ¡2.980%! , y durante el periodo 1997-2013 el crecimiento acumulado mostró un ¡10.480%!, y en lo atinente al 2012-2013 aumentó en 69% hasta ubicar el circulante monetario para enero 2014 en más de 1,5 billones de bolívares, fundamentalmente inducido por el financiamiento del Banco Central de Venezuela a distintos entes del sector público, así como por el alto nivel de gasto público que para 2014 se sitúa en un monto superior a los 665.000 millones de bolívares, el cual es cubierto en gran proporción con dinero inorgánico.

A tenor de lo expuesto, se puede concluir sobre la necesidad de reducir el exceso de liquidez como condición básica para instrumentar algún tipo de política antiinflacionaria. De igual modo, y situándonos en el campo de la obviedad, ha de quedar claro que las políticas basadas en un estímulo a la demanda (con intenciones soterradas en materia electoral) sólo induce una “ilusión de crecimiento económico y de bienestar”, ya que el crecimiento económico real (condición indispensable para el desarrollo sustentable) es motorizado mediante políticas que impulsan la oferta, a la luz del aumento sistemático de la producción interna y no asumiendo una sumisión hacia las importaciones.

 

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