Sadismo al desnudo

 

Ramón Peña

 

 

Las imágenes de un joven que deambula desnudo por el campus de la Universidad Central de Venezuela, previamente golpeado a mansalva en el suelo y despojado de toda su vestimenta por una horda bestial, le han dado la vuelta al planeta y han quedado inscritas en el registro mundial de la ignominia

Una manifestación de tortura pública hasta el presente desconocida en este suelo, no obstante nuestra extensa historia de dictaduras.

Tan infame práctica se inscribe en los “protocolos” internacionales de intimidación, miedo y terror empleados por los totalitarismos de derecha o izquierda para disuadir a sus adversarios. Joseph Goebbels calificaba actos de esta naturaleza como “demostraciones espontáneas de fieles nacional-socialistas”; su camarada Martin Bormann, secretario de Hitler, habría agregado que esta acción era apropiada tratándose de un estudiante, porque “cada persona educada es un enemigo en potencia”.

Entre las denuncias ante la Corte Internacional de la Haya de actos de lesa humanidad durante la dictadura de Augusto Pinochet, figuran testimonios de ciudadanos que fueron detenidos y desnudados en las calles por los carabineros. Recordemos que en Cuba, hace un par de años, la valiente bloguera Yoani Sánchez, denunció cómo un trio de bellacas policiales intentó desnudarla cuando quiso cubrir un evento que involucraba a un periodista español.

Eudocio Ravines, ex dirigente comunista peruano, en su libro La gran estafa compara la brutalidad de las dictaduras fascistas y comunistas. Para el autor, estas últimas, además de los castigos físicos, se recrean en los daños a la moral, al pensamiento, en torturas en las que prevalece el ensañamiento psicológico, con espacios abiertos para el sadismo. A esto recurren los perros de presa del régimen, tratando, inútilmente, de doblegar la valentía de nuestros jóvenes estudiantes.

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