La muerte de Globovisión

El canal, sencillamente, murió en vida; quedó en estado vegetativo permanente

Alberto Arteaga Sánchez

Poco se ha escrito sobre el caso Globovisión, siendo un «hecho público y notorio».

No se trataba simplemente de un canal más de televisión con una clara línea editorial, crítica y mordaz, calificada por el propio Chávez, en su momento, como «plomovisión». Más que un canal, era una causa, una trinchera para la lucha democrática, lo cual es beneficioso para la salud de una sociedad, máxime cuando no hay controles formales para ponerle límites al poder.

Globovisión no hacía concesiones, hurgaba en las contradicciones del gobierno y nos recordaba sucesos del pasado en un país en el que la gente se arrima y alaba a quienes están en el poder y carece de memoria para recordar cosas que ahora defiende y antes reprochaba.

El ingenio periodístico y la capacidad crítica, eran características de un medio de comunicación capaz de sacrificar pautas de publicidad por continuar en su misión.

Algunos criticaban su línea editorial, lo que encontraba justificación en una realidad en la que los medios del Estado y la mayoría de los privados siguen directrices del gobierno y divulgan por todo el país una visión palaciega gobiernera y complaciente.

Un canal así es sano en un sistema democrático, pero no puede ser tolerado en un régimen autoritario en el que la crítica debe ser acallada por cualquier medio.

Una parte importante de la población veía en Globovisión el reflejo de su posición política y encontraba satisfacción en su visión permanentemente escudriñadora de la realidad, ocultada por otros medios. Su línea editorial era combativa, dura, abierta y leal también con el adversario.

Su actuación era incómoda para el poder; era el único canal que cubría las manifestaciones de la oposición y le daba cabida a voces críticas de la gestión oficial. Esto le significó decenas de procesos administrativos y no pocas investigaciones penales que afectaron a sus directivos y a invitados a programas que emitieron opiniones críticas.

La amenaza de cierre estaba cantada, lo que operaría de cualquier modo, por razones de estrangulamiento económico, por impedimentos técnicos o por la vía de una sanción administrativa.

Los venezolanos aspirábamos que Globovisión muriera con las botas puestas, como Radio Caracas TV, pero ello no ocurrió lamentablemente.

El canal, sencillamente, murió en vida; quedó en estado vegetativo permanente; se impuso la línea de la autocensura y la salida de los comunicadores incómodos. Algunos programas han tratado de mantener su independencia en un contexto de opresión y como señal de una de graciosa concesión para dar la impresión de pluralismo e imparcialidad.

La causa de Globovisión expiró y con ella la lucha desigual de un pequeño canal que se convirtió en una referencia nacional.

Hasta los más recios oficialistas – creo- echan de menos al combativo adversario de La Florida, que ahora no es ni la sombra de lo que fue. Requiescat in pace.

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