Dialogar con canallas

Sin duda Frank de Klerk y el elenco del Partido Nacional, brazo político del régimen del Apartheid, eran unos canallas de nacimiento y a tiempo completo. Maduro no calza esas botas

Germán Gil Rico

El régimen venezolano, ese del Socialismo del Siglo XXI, salvando tiempo y circunstancias, cada día guarda mayores similitudes con el Aphartheid que imperó en Sudáfrica hasta 1994. La vocación autoritaria y segregacionista los emparenta hasta el mellizaje. El acoso, encarcelamiento y la tortura a líderes políticos, sindicales y estudiantiles, la agresión armada contra la protesta cívica que reclama respeto a la Constitución de la República, las listas de la difunta dupla Chávez-Tascón, en plena operatividad, así como la denegación de justicia, se comparan como gotas de agua con el régimen sudafricano anterior a la libertad.

Por décadas los sudafricanos de la mano con el Congreso Nacional Africanos (CNA) adelantaron una lucha tenaz contra la segregación y los desmanes de los afrikáner. Al comienzo pacífica. La fuerza de los hechos, obligaron a conjugar la manifestación cívica con la acción guerrillera y de sabotaje realizados por el MK (Lanza de la Nación) organizada por Nelson Mandela, su Comandante en Jefe. Sabotajes dirigidos contra instalaciones gubernamentales, evitando causar daños a personas. Al unísono desplegaron intensa movilización ante foros internacionales y cancillerías que estuvieran dispuestas a escuchar la solicitud de solidaridad en la lucha por la conquista de los derechos civiles, conculcados por la minoría blanca que negaba toda posibilidad de ascenso social y empleo digno fuera de los reducidos espacios económicos “concedidos” a los negros, mestizos e indios,  más del 80% de la población. Se contaron por millares los encarcelados, torturados, asesinados, confinados o reducidos a los espacios de su residencia, con violación del derecho de gentes. La casa de Mandela en Ciudad del Cabo fue incendiada.

El 1964 Mandela y otros líderes del CNA fueron condenados a cadena perpetua. En 1984 le ofrecieron la libertad condicionada al reconocimiento de la política de ordenamiento territorial que seccionaba el país en guetos tribales. El enérgico rechazo no se hizo esperar. En 1985 un alto personero del régimen le propuso el diálogo CNA-GOBIERNO. Aceptó. Se elaboró una agenda y comenzaron los encuentros. Las acciones de calle se mantuvieron hasta que fue construida la gobernabilidad democrática, comenzando por la liberación de los presos políticos condenados en juicios amañados y aprobación de una Constitución derogatoria del basamento jurídico del Apartheid. En 1990 recobró la libertad  y en 1994 fue elegido el primer Presidente negro de Sudáfrica. Mandela, quien en una oportunidad había dicho: “no echaremos los blancos al mar”, cumplió su palabra. Creó la Comisión de la verdad presidida por el arzobispo Dedmon Tutu abriendo cauces a la reconciliación y la concordia.

Sin duda Frank de Klerk y el elenco del Partido Nacional, brazo político del régimen del Apartheid, eran unos canallas de nacimiento y a tiempo completo. Maduro no calza esas botas. Su accionar autoritario y segregacionista lo heredó de Chávez y, además, la facción de canallas comandados por Diosdado Cabello lo presiona para que avance en la criminal conducta.

Pero, en todo caso es lo que tenemos. No se debe abandonar la mesa ni la calle. El reclamo de los derechos conculcados debe hacerse con la mayor firmeza. Total, es la greda de baja calidad que Madiba hubo de moldear para darle forma y contenido de libertad.

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