Amenazas por mis caricaturas

La semana que llega a su fin me dejó un trago amargo, pero no sorpresivo. Primeramente recibí una llamada en la que me amenazaban de muerte, y por twitter circuló una imagen en la que me difamaban afirmando que este servidor era un roba carros, además de otros insultos. Lo más llamativo de todo es que en las cuentas de twitter que se usaron para dicho “trabajito”, así como la persona que realizó la llamada, tenía mis datos personales y usó la fotografía de mi pasaporte, pero a color. Llamativo, ¿no? Además de esto, las personas involucradas nombraron mi casa por twitter, lo que significa que la persona tiene acceso a mis datos en el SAIME, incluyendo mi cédula de extranjero (ya que a los 18 años adquirí la nacionalidad), supuesto secreto que estaban develando y que lo sabe todo el mundo, o por mi persona, o porque han leído mis libros en los que dicha información sale en la solapa. Más recientemente la entrevista de la edición aniversario del diario El Nacional, de hace unas semanas, lo decía, así como en la edición aniversario de Notitarde de Valencia que ilustré en 2007, igualmente lo expresaba. Un secreto a vox populi.

Ahora bien. Partiendo de la premisa que, nuestra información suministrada a entes gubernamentales como el SAIME debería ser inviolable, la cosa toma un tinte preocupante. ¿Cómo personas ajenas a este ente (si es que lo son) pueden acceder a la foto de mi pasaporte, teléfono, dirección y hasta datos pasados como mi número de cédula extranjero, ya que me naturalicé en el año 2000 luego de vivir 18 dieciocho años en el país? La respuesta es que estamos expuestos ante la mala jugarreta de cualquier pelafustán de cuarta que quiera intentar intimidar a las personas que no acepten el tipo de vida que nos toca vivir, porque ese es el meollo de todo, mis caricaturas.

A veces creo que los humoristas somos una especie de Edward Snowden o Julian Assange de Wikileaks, quienes con nuestros dibujos develamos escándalos o quién sabe qué información bochornosa y hasta ofensiva para la gente del gobierno. Pero por el contrario lo que reflejamos es el descontento con las situaciones anómalas que nos tocan vivir, como la escasez de alimentos o de medicinas, por ejemplo. Muchas otras veces, siento que sólo hago retransmitir lo que todos ya saben, las noticias o refritos, pero con humor. Aun así, la roncha que genera no es sencilla de aceptar por algunos que no entienden que no hablo por una empresa privada, por un sueldo en dólares, sino porque amo a este país y me duele ver la miseria de las colas para comprar alimentos, esas personas que sufren por no encontrar medicinas para sus dolencias, muchas de ellas graves, o los que no consiguen cemento para construir, aceite automotor y hasta gas, situaciones finalmente que nos afectan a todos.

Cada caricatura no es el resultado de un complot de la CIA por desvirtuar el gobierno Bolivariano, sencillamente es lo que experimento cuando me monto en el Metro y veo se viaja como animales aplastados por la insuficiencia del servicio. La realidad es que mis caricaturas reflejan que lo que gano por opinar no puede enfrentar de tú a tú la inflación que nos oprime a la clase media venezolana y en general. No soy enemigo de nadie, ni busco enemistades, quiero vivir mejor, con la derecha o la izquierda; con los venezolanos finalmente, en paz como única verdad, como única constante. Sin embargo no es nuestra realidad y no acepto ser un ser vegetal que no puede expresar su opinión; sería un pobre ser humano si aceptara que Venezuela se hundiera en la miseria sin criticar a los que tienen la responsabilidad de evitar dicha debacle.

Es grave que en el país cada vez que se dice, “no estoy de acuerdo”, parece que estuviéramos mentándole la madre a alguien, sobre todo si éste es afecto al gobierno. Tengo 32 años en Venezuela, 32 años de vida y doy gracias a mi país por todo lo que me ha dado, por este amor que corre mis venas y que no me deja ser partícipe de su destrucción.

En esos 32 años me he ganado el aprecio de tantas personas con mi trabajo incesante, transparente y comprometido con el país y este proceso que vivimos. Jamás podrán involucrarme en actos oscuros, sucios ni corruptos, por el contrario mi nombre siempre ha estado asociado al arte, el periodismo y la creación literaria. Hoy sin embargo, cuando veo a los medios convertirse en cómplices de la destrucción paulatina de nuestra economía y calidad de vida, hoy cuando hace falta más voces críticas, porque la crítica es y deber ser para reflexión, como siempre hago con los comentarios de los lectores en la red social twitter, sea cual sea su tendencia política, es cuando estos ataques se hacen más comunes; ataques vacíos, sin argumentos, sencillamente intentando mitigar nuestra capacidad de crítica, acallar cualquier voz que se oponga a las realidades que asfixian a todos los venezolanos por igual, sin importar credo, color político.

Insisto, además de llegar a niveles aberrantes de amenazas de muerte por mis caricaturas, lo más grave es el acceso a información de SAIME por parte de los individuos que demuestran que nadie está seguro, que nadie controla la información de los ciudadanos del país y que cualquier malandro puede acceder a dicha información y utilizarla para los fines más ruines. ¿Hasta cuándo?

No debemos callar mientras nuestras fuerzas recorran por nuestro cuerpo. No es cuestión de política sino de amor propio y orgullo. No podemos ser conformistas de aceptar que Venezuela siendo tan rica termine hundida en las miserias de politiqueros. Más allá de sentirme preocupado por los niveles de intolerancia y agresividad, me siento profundamente triste por mi Venezuela, la única víctima de la falta de tolerancia.

Fernando Pinilla / Caricaturista

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