Colas rojas y azules

onatos de saqueo en Makro y más recientemente en el TodoOfertas de Los Teques han colocado efervescente el ambiente de nuestros Altos Mirandinos. Pasearse por una cola, conversar con la gente, o tan solo ver sus expresiones, evidencian un clima de tensión e incertidumbre nunca antes visto en la historia de Venezuela. Los cambios tienen que ser radicales para que vuelva a ser la norma entrar libremente a los comercios, revisar los anaqueles y comprar tranquilamente. Hoy, el régimen de Maduro ha instalado la cultura de la cola y el desespero, lo que solo puede transformarse produciendo lo suficiente para llenar y reponer cada vez que sea necesario los alimentos.

Como Nazis, aplican la de Joseph Goebbels de activar los órganos de propaganda para hacer creer a la gente que el hambre, desabastecimiento, escasez y demás problemas de la sociedad son generados por la oposición política y ponen a sus seguidores a repetir lo mismo mil veces hasta hacerlo verdad. Esto le ha funcionado durante 15 años, pero comienza a desmoronarse su capacidad de convencimiento. La amplia mayoría de sectores humildes que hacen cola para comprar artículos de primera necesidad se ha virado en la percepción anterior de que eran los empresarios que acaparaban, para entender que es culpa de un Gobierno irresponsable que destruyó la economía y aniquiló la producción nacional.

Entre necesidad y sinvergüenzura.- Es verdad que existen personas inescrupulosas dedicadas a hacer colas en distintos establecimientos para luego revender los productos a precios de especulación, pero ese no es el origen del problema, sino una consecuencia. Explican los expertos que cuando una economía se deteriora, los consumidores también lo hacen. Es decir, la gente se convierte en un reflejo de la circunstancia país. No estoy descubriendo la lógica más increíble del mundo, pero es necesario saberlo para entender que nuestras miserias, nuestras bondades, nuestra cultura, es un reflejo directo del sistema económico que nos hacen vivir.

El viaje familiar de Maduro.- La gira del presidente Nicolás Maduro es una aberración, no solo por el enorme sequito familiar que se llevó, sino por la infructuosidad del gasto. Nadie niega que un mandatario nacional debe viajar y eso acarrea gastos, pero cuando se habla de mesura y se tiene un país en crisis, la ostentosidad es una inmoralidad. Por otra parte, los resultados son tanto como se esperaban: es más lo que gastó que el dinero que se trajo. Incluso, de haberlos traído nos preguntamos ¿se habrían invertido en producción nacional para solucionar los problemas estructurales de la economía y resolver definitivamente los problemas nacionales, o los despilfarrarían en dadivas para la gente de modo que se les garantice el respaldo popular por un tiempito más? Ustedes decidan, conocen de su irresponsabilidad.

 

Clara Mirabal

 

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