Venezuela: un país que carece de ciencia

¿Cuántos papers producen nuestras universidades? ¿Cuántos proyectos de investigación científica tienen vida en los laboratorios? ¿Cuánta inversión nacional privada genera patentes? Son Argentina, Brasil, Chile y México quienes siguen dominando el 90% de la inversión en I+D en nuestra región.

Puede que las preguntas le resulten triviales, pero un país que no produce conocimiento es un país que marca su rumbo directo al fracaso. Mientras varios Estados de Latinoamérica se plantean ampliar los presupuestos gubernamentales dirigidos a los diferentes sectores de investigación y desarrollo, en Venezuela el régimen considera que la «investigación científica es elitista y no funcional para el pueblo». Ello conduce a preguntarnos: ¿los tratamientos médicos, la producción de materiales, las redes de comunicación, el transporte, la producción de alimentos… incluso el procesador de texto con el que he escrito este artículo son producto de la revelación divina? ¡No! Todo eso y muchas de las cosas que forman parte de nuestra vida cotidiana son productos de la investigación y el conocimiento científicos; hasta el café que toma en la mañana o la leche en polvo para los niños. Por ende, cercenar la investigación científica y el desarrollo tecnológico es un soberano error de toda categoría: es beneficiar el atraso antes que el avance.

El IVIC era un centro de investigación de elevadísimo prestigio, allí las investigaciones no eran triviales o «elitistas» como dice el régimen, pues en un Laboratorio de Metales de Transición en Bio-inorgánica -uno de los tantos laboratorios que tenía el centro- se realizaban investigaciones sobre enfermedades tropicales (como podría ser la investigación sobre Leishmaniosis y cómo reacciona la enfermedad frente a ciertos compuestos, lo que puede tener como resultado un tratamiento más óptimo para ese mal). Fuera del ámbito de la salud, un laboratorio puede generar, entre otros innumerables ejemplos, un descubrimiento que conduzca al desarrollo de un nuevo proceso de transmisión de energía o de aumento de la eficiencia de una planta eléctrica, cosa nada trivial bajo el endémico esquema de fallas eléctricas al que estamos sometidos. Así podemos poner de ejemplo la cantidad incontable de problemas a los que les podemos buscar solución mediante la inversión en I+D. Entonces, ¿no son útiles las ciencias?

Los datos de hace unos años señalaban que alrededor del 2,5% -superior a lo que invierte USA- del PIB se destinaba a la investigación científica y el desarrollo tecnológico; pero ¿qué tan efectiva es la inversión de nuestros recursos en ese campo? La respuesta es muy sencilla: es nula, es dinero perdido. Y ¿por qué? Pongamos como respuesta el caso de los teléfonos Vergatario: son equipos ensamblados con piezas importadas, demostrando la verdadera naturaleza de nuestra “inversión” en ciencia y tecnología: la importación.

Cuando usted importa un producto, acabado o no, lo ingresos y los beneficios se los lleva el país que los vende; cuando se importa se financia a esos otros países para que aumenten su brecha para con nosotros, financiamos nuestro propio atraso con el mundo.

Por Pavel Quintero (@PZakh) de @VFutura

 

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