Inflación acaba con la tradición de comer pescado en días Santos

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“Ni carne ni pescado”, la llamada dieta santa cambió radicalmente este año producto de los altos precios y la ausencia de productos.

Para muchos creyentes católicos, acostumbrados a no comer carne como una forma de penitencia durante los días Santo, este año, producto de la inflación y la escasez, el sacrificio será doble.

“Será difícil comer pescado por lo costoso que está, pero haremos el esfuerzo”, explica Ana Lucia Parra, mientras recorrida este sábado el mercado municipal de El Paso.

Durante el período de cuarenta días que marca la iglesia católica para prepararse para la Semana Santa, muchos creyentes acostumbran a no ingerir carnes rojas como una forma de penitencia, en especial los viernes, el Miércoles de Ceniza, en que comienza la Cuaresma, y especialmente el Viernes Santo.

Con este sacrificio, que se aplica a partir de los catorce años de edad y expresa una intención de conversión y de agradar a Dios, los cristianos buscan que su ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto que reconozca la necesidad de hacer obras que reparen el daño causado con sus pecados y para el bien de la iglesia.

“Vengo de una familia profundamente católica, para mi es más que una tradición es un deber cumplir y no comer carnes roja estos días”, agrega la mujer, quien duda que, producto de los altos precios, pueda comer pescado con la frecuencia de otros años, por lo que la “dieta santa” será completamente distinta.

“El gobierno acabó hasta con eso”, agrega la ama de casa, tras explicar que tradicionalmente cada Semana Santa en su familia se comía pescado en diferentes presentaciones, incluyendo la sopa. “Este año será pasta, arroz y granos (…) igualmente la escasez garantiza que nadie coma carne, por la sencilla razón de que no hay”, agrega entre risas.

En un recorrido realizado el día de ayer por supermercados de los Altos Mirandinos el panorama era el mismo de los últimos meses: las neveras que otrora mantuvieran congelado el pescado y la carne lucen vacías.

“Ya el pescado salado no se consigue, otros años uno veía camiones parados en diferentes punto de Los Teques vendiendo, este año ni la sombra”, reseñó Humberto Pérez. Admite que asistirá a las procesiones y a la iglesia, pero que no podrá cumplir con la tradición de comer pescado. “Ni pescado, ni carne, no se consigue o está carísimo”, aclara.

En cuanto a los costos los compradores reseñan que en comparación con el 2014 el valor se triplicó. Las pescaderías ofrecen el kilo de lebranche en 398 bolívares, el de tajalí en 259, el de jurel en 398, el de atún en 879, dorado en 329 y el de carite en 569 bolívares. Eso en lo que se refiere a pescado fresco, porque si el consumidor opta por adquirir el salado los precios son otros: 518 bolívares el kilo de cazón, 522 el de dorado, el de filet de curbina en 850, el de aguja en 608 y chucho en 396 bolívares.

En cuanto a los pescados frescos salen en 1.080 bolívares el kilo de aguja, de atún y róbalo; en 980 el kilo de carite en rueda, de curbina y dorado; en 1.790 bolívares el kilo de róbalo en filet y en 1.380 el kilo de pez espada. El kilo de chucho salado cuesta 780 bolívares.

Si el comprador decide incorporar mariscos a la dieta es necesario desembolsar más dinero. El kilo de calamares está entre 598 y 750 bolívares, el de langostino 1.860 bolívares y el de camarón se encuentra desde 989 hasta 1.140 bolívares. Pero si el consumidor lo quiere pelado, el precio llega a 2.150 bolívares; lo que representa 38,23% del salario mínimo, que es 5.622,48 bolívares.

Daniel Murolo – dmurolo@diariolaregion.net / @dmurolo

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