Venezuela la nueva Cuba

En muchas ocasiones he hecho una pausa para hablar de la idea original de este espacio llamado, Trompo en la uña. Cuando Daniel Murolo, Pola del Giudice y yo, la ideamos, nació como un espacio dedicado al humor, a la ironía y a hablar de temas tan variados que era amplio el abanico de opciones a la hora de escribir. Hace un par de años escribí una de mi columnas en las que manifesté mi desilusión por como la situación político, económica y social habían, paulatinamente, llevando este espacio a convertirse en una tribuna de denuncia, de reclamos, de llamados a la reacción y al cambio en los venezolanos como fórmula para salir del atolladero. Nada ha pasado.

Obviamente no tengo pretensiones de creer que mi humilde columna pueda generar un cambio masivo, pero es un espacio que ha buscado en todo modo alertar sobre las consecuencias de problemas claros y reales, los cuales no denuncio desde militancia política con ninguna tolda, más allá de ser abiertamente opositor de este nefasto régimen, pues hablo como lo que soy, un ciudadano y más importante aún, un venezolano comprometido con un cambio, ferviente soñador de, quizás una quimera, una verdadera Venezuela potencia y no este chiste actual.

En muchas columnas subsiguientes he expresado mi desazón, por momentos, al ver la continuidad y la acentuación de los problemas, de esas acciones gubernamentales que son hechas sin más idea que perjudicar al país, porque si algo caracteriza a este gobierno es una falta de amor por este suelo, una carencia de sentido común y de compromiso. Son salvajes de la politiquería, quienes han llevado la demagogia y la irresponsabilidad a otros niveles. Ya ellos son máster del tema, no respetan la constitución ni ninguna ley, sin embargo todo lo que hacen lo tiñen de legal por el simple hecho de tener el poder en sus manos, lo que les permite, sea vía habilitante, vía mayoría inconstitucional, tramposa e ilegal en la Asamblea, imponer sus marramuncias, y gracias a eso estar cada vez más anclados en el poder, aun cuando la calle no miente. El inconformismo es total, más allá de que algunos se empecinan en continuarles el juego, sea por negocios millonarios, esperanza en alguna promesa, resentimiento, pero todas, finalmente, aberrantes demostraciones de ignorancia.

Trompo en la uña es hoy, si hacemos una retrospectiva, una crónica, como mis caricaturas de la degradación constante de nuestra condición como ciudadanos. Desde aquellos días en los que la gente decía: “no, jamás seremos como Cuba”, a nuestra realidad: ver captahuellas, compras de los pocos alimentos que se consiguen por número de cédula y una escasez e inflación groseras, salvajes, aunque Aristóbulo le diga a José Vicente Rangel en televisión que estamos blindados contra la escasez. ¿Burla sádica e irresponsable?

Cuando veo las compras más felices de casa representadas por el milagro de encontrar margarina, aceite, café “El negrito” (el único que se consigue en un país de tradición cafetera) y azúcar, no puedo dejar de recordar el drama vivido en la España de Franco, cuando, con libreta de racionamiento, aquella extrema e inhumana derecha condenaba a obtener dichos productos de manera racionada y esperaban aun, con altivez, se le agradeciera al dictador ibérico por sus dádivas. ¿En qué se diferencia lo vivido por cuba más de medio siglo y lo que apenas vivimos en estas tierras caribeñas con aquello? Lo dije en otro Trompo en la uña, el comunismo (acá llamado socialismo bolivariano) y la extrema derecha tienen el mismo, macabro y sádico, ADN.

Hoy todo lo que he escrito, dicho y alertado, como muchos han hecho, se hace realidad. Hoy vemos como se obliga al pueblo a recurrir a bancos del gobierno para poder mendigar montos irrisorios en dólares. Claro está, como siempre entre mentirosos, se justifica dicha medida argumentando que eso mejorará el abastecimiento de comida y medicinas. Durante décadas no ha existido control cambiario y jamás faltaron divisas, ni abastecimiento. ¿Qué cambió de aquellos a este gobierno? Que jamás la empresa privada fue destruida, jamás el campo dejó de producir como hoy en día, jamás de dilapidó la riqueza nacional como se ha hecho en estos dieciséis años, ni con la tan nombrada corrupción de “la cuarta”. Hoy vemos con horror como la inflación consume el ánimo, la esperanza, la escasez asesina la alegría, la paz y el sosiego de los venezolanos que miran con nervios el día vivido y esperan con horror el próximo amanecer.

Se obliga a los supermercados a lanzar la comida y no dejar nada para el día siguiente, la producción de Harina Pan se obliga, también, a destinarla a la red PDVAL a sabiendas que aquellos tiempos de comprar comida y empacarla disfrazada de socialismo terminó. Se acabaron las firmas, se acabó la guerra, ahora es España, ahora es una vez más la oposición. Hoy vivimos la más descarada dictadura vestida de libertades, aunque la oposición se empecine en jugar a la democracia, a las primarias, a ganar curules que luego inhabilitarán y que con las tramoyas que se hacen con algunos circuitos, la asignación del parlatino a dedo rojo, es cada vez más iluso pensar que cambiaremos algo a corto plazo, aunque indudablemente no queda otra opción que votar, así la esperanza sea mínima.

Llegamos al ojo del huracán. Ya estamos en plena zona de peligro y aunque el futuro se torna más oscuro, no hay cambio de actitud, seguimos peor y cada día entendemos, algunos, que estamos a la espera de un milagro, solos, porque no aprendimos la lección. Seguiré escribiendo lo mismo mientras se pueda, seguiré alertando gráficamente o con palabras de lo venidero. Usted que me lee, le pido excusas, quizás un día este trompo vuelva a rodar con humor, por ahora hace falta decir la verdad, porque muchos no la dicen y otros nos quieren decirla. Las cosas se llaman por su nombre. Venezuela es la nueva Cuba.

Fernando Pinilla

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