¿Irse o quedarse?

Luego de leer las palabras de “motivación” de Lorenzo Mendoza y la respuesta de la señora María José Flores, virales ambas por las redes, debo decir que apoyo en muchos puntos a ambos.

Parto desde la premisa que el irse o quedarse es una decisión personal, individual y en ningún caso parecida a la de otro ser humano. Lo que expresa María José en respuesta a las palabras de Lorenzo Mendoza, acertadas en líneas generales, es cierto. Su mensaje pasa a ser absurdo viniendo de alguien que, estamos todos claros y no hay discusión, no sufre lo que usted y yo, y muchos otros venezolanos de manera más aterradora a diario. Sin descontextualizar, ni ofender, me recuerda a las palabras de María Conchita Alonso cuando invitaba, desde Estados Unidos, a que los jóvenes en febrero de 2014 no dejaran la calle y continuaran luchando por recuperar la patria. ¿Por qué no venía ella a echarle bo… también? A veces es sencillo hablar cuando no somos quienes vivimos las situaciones, más allá de que comparto la idea central del mensaje del empresario venezolano.

Siempre he insistido en la falta de compromiso de muchos venezolanos con el país. En este punto hago una pausa para aclarar que cada persona es libre de elegir qué hace con su vida. La lucha en momentos de crisis no es para todo el mundo, y hay situaciones individuales que ameritan, a veces, retiradas que nos permita salvaguardar nuestra integridad. El exilio, por obligación o voluntario, no es pecado. Más no en todos los casos aplica y menos aun con la grave situación que vivimos, en nuestro contexto.

En nuestra historia han existido jóvenes, en su momento, a quienes les ha tocado exiliarse, como sucediera durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Indudablemente se acabaron aquellas generaciones echadas para adelante como la Generación del 28, personajes como Miguel Otero Silva, exiliado (de verdad) en Curazao por sus actividades subversivas, quién junto a 39 hombres en junio de 1929 asaltaron el fuerte Amsterdam, para luego secuestrar el vapor Estadounidense “Maracaibo” llevando al gobernador de rehén, e intentando, armados, invadir por Falcón, aunque finalmente fueron repelidos por las fuerzas de Gómez. Lo mismo sucediera con Carlos Delgado Chalbaud, quien navegó a bordo del Falke y desembarcó en Cumaná, luego de vivir en el exilio en Paris, con la idea de derrocar al dictador. La intentona fue repelida por Gómez, perdiendo a su padre en la misma.

Ambos jóvenes terminaron en el exilio, pero ahí no finalizó su lucha. Ambos regresaron a Venezuela a ser protagonistas de nuestra historia. El exilio, si se quiere, sirvió como preparación para el futuro.

Claro está, vivimos el siglo XXI, donde lo héroes son 2.0, de ruedas de prensa, de concentraciones en lugares céntricos y donde no nos expongamos a peligro alguno. No apoyo la violencia, pero admiro a aquellos quienes combatieron la dictadura de Gómez, aquellos que estaban dispuestos a dar su vida por el país, fuera y dentro de este. Ninguno pendiente de la foto para el instagram al momento de desembarcar, ni de tuitear algún pensamiento mientras navegaban hacia la incertidumbre de enfrentarse a la dictadura.

Sin embargo María José Flores tiene razón en su argumentación. Es complicado vivir lo que nos toca diario, ver familiares ser víctimas del hampa o enfermedades para las cuales no hay medicinas, imagino porque están Colombia, según el gobierno. Muchas veces somos nosotros mismos quienes sufrimos dichos flagelos, por no nombrar lo triste de vernos sin oportunidad de avanzar en nuestras vidas, sin acceso a vivienda digna, vehículo, y ya sin alimento si quiera. Pero en medio de este panorama son muchas las personas que siguen viviendo una vida disociada de nuestra realidad, aun cuando ya el agua nos ahoga a todos. Siguen siendo egoístas, sifrinos chimbos cuando ya no hay mucho para sifrinear. Aun la arrogancia está presente en aquellos que no sienten a Venezuela, de ambos lados, pero más peligroso de quienes siempre se han opuesto al gobierno. Ser opositor no simplemente no gustar de Nicolás y su combo porque sí, ser opositor es estar en desacuerdo con el estilo de vida de miseria y penuria que nos impone un grupito de polítiqueros que viven en la opulencia, quienes roban al país, rodeados de seguridad y abundancia de lujo, mientras nos venden el cuento de ser “pueblo”, cuando distan de dicha calificación con su estilo de vida capitalista.

Pero como dije al principio, aunque no es el más indicado para decirlo, Lorenzo también tiene razón. ¿Cuántos se están yendo porque no soportan a Venezuela? ¿Cuántos ven a Nicolás y piensan que eso es Venezuela? ¿Cuántos se van porque sus “panas” están fuera y ya no tienen círculo de amistad? ¿Cuántos se van a sifrinear y a tomarse selfies para pavonearse? ¿Cuántos se van para poder tener de perfil la foto del suelo del aeropuerto? Déjenme decir que conozco y he oído de muchos cuyas motivaciones para emigrar pasan por alguna de las anteriores interrogantes, sin contar los que hasta inventan historias de persecución política para conseguir papeles en otros países, cuando lo único que han hecho es tomarse la foto con el dedo morado cualquier día de elecciones.

Juzgo al que abandona el juego en el minuto 85 cuando perdemos 1-0, a sabiendas que aun se puede empatar y ganar. Critico a aquel que se cree morir en el país, cuando no sabe lo que es emigrar por verdadera necesidad, como se ha vivido en otros países. Critico a aquellos que no sienten a Venezuela y hoy afirman, desde afuera, que ni locos vuelven acá. Si toca emigrar que sea porque no hay más opciones, pero de resto aplaudo, y lo he dicho siempre, al que se queda y afronta la crisis, al que sueña y trabaja por un país nuevo. Yo si invito a no dejar el campo de juego, hay tiro libre señores, lo capitalizaremos juntos.

Fernando Pinilla   

 

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