Familias desbaratadas: saldo negativo de la revolución

Una de las consecuencias sociológicas más catastróficas de estos 17 años de “revolución socialista” es que ha creado las condiciones objetivas (usando una terminología marxista) para la destrucción del núcleo familiar de los venezolanos, expresada fundamentalmente en tres elementos de carácter tanto cualitativos como cuantitativos.

Antes de 1.998 en Venezuela las mayores diferencias intrafamiliares se resumían a algún pleito circunstancial entre hermanos, primos, amigos y/o parejas por apoyar a un equipo preferido de beisbol o por motivos superfluos sin mayor trascendencia, pero esa “rabia” pasaba rapidito y la familia seguía unida como siempre; sin embargo, después de que Chávez implementó la radicalización del discurso político (complementado con la violencia física de los círculos bolivarianos y los colectivos armados) como estrategia electoral para polarizar a la población y alcanzar el poder, aparecieron fenómenos nuevos por motivos políticos en el seno de la familia venezolana como divorcios, separaciones de conyugues con relaciones estables, ruptura comunicacional entre parientes o entre amigos, que terminaron en enemistades irreconciliables y en una reversión de los valores de convivencia.

Otro elemento que ha causado estragos en nuestras familias es la inseguridad, al punto que en década y media la delincuencia común ha asesinado a más de 200.000 venezolanos muchos de los cuales han sido jóvenes de menos de 30 años; generando una experiencia tan dolorosa que no se borra jamás, no sólo por la pérdida del ser amado sino porque el Estado ha sido incapaz de impartir justicia oportuna debido a los altos niveles de impunidad.

Por supuesto que a esta lista de “condiciones objetivas” hay que añadir el éxodo a otros países de más de un millón de venezolanos que se han visto obligados a abandonar su Patria, por la difícil situación económica (también por la inseguridad); la mayoría de los cuales son parejas de jóvenes profesionales, que no han podido desarrollar los conocimientos académicos adquiridos en su tierra por la depresión de un mercado laboral cada vez más reducido y que han preferido marcharse para realizar actividades distintas a su formación profesional, pero con un ingreso muy superior a los 30 dólares mensuales que ganarían en Venezuela.

Dudo que exista una sola persona de los que seguimos dando la batalla por un futuro estable y seguro para nuestra descendencia que no haya sido afectada directa o indirectamente por alguna de estas tres variables analizadas; y son razones suficientes para procurar un cambio político por la ruta constitucional, electoral y pacífica; con el objetivo de lograr la reconciliación familiar en un clima de seguridad y óptimas condiciones económicas para el desarrollo personal y profesional.

LO POSITIVO DE LAS COLAS. Hablar de algo positivo que tengan las colas generadas por la brutal escasez de productos básicos que padecemos los venezolanos en este tiempo de socialismo madurista pareciera un gesto de un depravado masoquismo o de un irracional conformismo, pero en medio de esta desgracia colectiva existen dos elementos que me parecen importante resaltar por sus implicaciones prácticas. Uno de estos aspectos se relaciona con el rescate de la idiosincrasia solidaridad entre los venezolanos porque es impresionante el nivel comunicacional que hemos alcanzado para informarnos dónde están vendiendo leche, café, azúcar o harina precocida para salir “esmachetaos” a comprar el máximo permitido para luego compartirlo con familiares, amigos o vecinos; aunque después nos quede un poquito de lo adquirido; y por otro lado, significan la oportunidad de un ejercicio ciudadano de entrenamiento preelectoral, porque si somos capaces de pasar hasta cuatro horas en un cola para hacer “turismo alimentario” también podemos dedicar el mismo tiempo o más en una fila de un centro de votación para ejecutar toda la poderosa fuerza del “voto castigo”, y contra ese sentimiento de venganza cívica no hay presión gobiernera ni tramposería del CNE que lo pueda superar. Es una decisión personalísima que debemos tomar según nuestra conciencia y dignidad; y de eso, los venezolanos tenemos para regalar.

GUASACAQUITA PICANTE. (1). Hoy 110 precandidatos de la alternativa democrática se miden en primarias abiertas en las que más de siete millones de electores correspondientes a 33 circunscripciones de 11 estados deben escoger a 42 candidatos unitarios a la Asamblea Nacional. El apoyo técnico del CNE en este proceso no es gratuito, de allí la colaboración financiera solicitada por la Mud a cada aspirante. El órgano rector electoral también le cobrará lo mismo al Psuv en las primarias del 28 de junio próximo?. Esperemos que sí. (2). El alcalde Garcés ya es columnista oficial de este diario. Me parece positivo que abra ese canal de comunicación y que lo aproveche para explicarnos el enredo que tiene con el desastre de la “rehabilitación” de la avenida Independencia de Los Teques. Básicamente queremos conocer el nombre de la empresa y la modalidad de contratación de la obra. Con eso es suficiente para ejercer la contraloría social, ante el silencio de los entes responsables de exigirle esos datos. (3). La convocatoria del CNE para las elecciones parlamentarias se ha vuelto una “guachafita” parecida a los anuncios del Presidente sobre el “revolcón” económico. Puro gamelote. Prometieron la fecha y el cronograma electoral para después de Semana Santa y la Presidenta sólo las ofreció para “el último trimestre”. A la Mud le ha faltado contundencia en ese reclamo ciudadano. Seguro ya el Psuv maneja la fecha, en secreto. (4). La semana pasada la ciudad de Maracay fue sitiada por más de mil motorizados en represalia por la muerte de unos “pranes” que han establecido un estado paralelo en Aragua. Se dieron el lujo de amenazar hasta al propio gobernador Al Aissami. Se trata de uno de los casos más graves sobre la inseguridad en Venezuela y que amerita un análisis profundo sobre el desbordamiento de la capacidad del gobierno para combatir el hampa, común y organizada. En respuesta, más de dos mil funcionarios del Cicpc, Guardia Nacional y la policía regional hicieron una “razzia” en los barrios San Vicente y El Viñedo que dejó varios muertos y 800 detenidos. Moraleja: Es posible ejecutar una efectiva coordinación policial; pero ha faltado voluntad política.

Sergio Graffe

 

 

Salir de la versión móvil