Mochilero Gourmet: Cruzando la frontera de Guyana a Surinam

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Mochilero Gourmet: Cruzando la frontera de Guyana a Surinam

Cruzar de Guyana a Surinam era mi meta desde que decidí que viajaría a “las Guyanas”, incluso quería llegar a la Guayana francesa; pero el presupuesto, 2 días menos de estadía por un error de la aerolínea y las 12 horas de viaje entre un país y otro, terminaron por desechar el plan del último tramo.

Recorrer estas tierras es entender la influencia de la cultura de nuestros colonizadores en la vida moderna de los países de Sudamérica. Por esta región incursionaron los españoles, portugueses, franceses e ingleses, quienes terminaron repartiéndose las tierras después de años de enfrentamientos: los españoles se quedaron con la Guayana (Actualmente Venezuela).

Los portugueses extendieron lo más que pudieron las fronteras de Brasil. Los franceses siguen teniendo una relación directa con la Guyana Francesa; mientras que holandeses y británicos sostuvieron continua disputa por el territorio que hoy ostentan la Guyana (Británica) y Surinam, que finalmente quedó en manos de Holanda tras un acuerdo en el que por intercambio los neerlandeses le cedieron a los ingleses el control del territorio que hoy ocupa la ciudad de Nueva York.

Mochilero Gourmet: Cruzando la frontera de Guyana a Surinam

De paseo por “Las Guyanas”

Ir de Guyana a Surinam no es tan sencillo como sería pasar de un país de Europa a otro. Aunque la distancia entre ambos países sudamericanos es relativamente corta, las vías de comunicación no son tan modernas; haciendo que el pequeño trecho territorial se convierta en casi 12 horas de recorrido por tierra. Pese a la cantidad de horas que se lleva llegar de Georgetown (Guyana) a Paramaribo (Surinam) el cruce de la frontera es bastante común para los habitantes de ambos países.

Nuestra aventura comienza a las 4am donde un “taxi”, previamente negociado, nos recoge en el hotel. Nuevamente se trata de una vans – a las que los pobladores llaman bus o taxi – en la que los puestos van abarrotados con otros pasajeros que se convierten en nuestros compañeros de viaje.

Del primer tramo de recorrido lo poco que recuerdo es mi intento de dormir, pese a la incómoda ubicación de mi asiento, que sumado a mi estatura, hacía que golpeara mi cabeza contra el techo en cada hueco o muro por el que pasábamos. En algún momento amaneció, y empecé a disfrutar del camino. La imagen era un poco monótona: cultivos de arroz, matas de plátano, caseríos, viviendas de hindúes con sus características banderas de colores en el jardín, y alguna que otra bodega en la que frecuentemente parábamos para que alguno de los viajeros comprara bebidas o snacks.

Mochilero Gourmet: Cruzando la frontera de Guyana a Surinam

El cruce de la frontera en Ferri

Hacía las 7 am nos encontramos a las orillas del rio, donde embarcaremos un ferri que nos cruza hasta Surinam. La embarcación es poco ostentosa pero práctica, pues en 45 minutos ya se está del otro lado del río. El ferri hace de 1 a 2 cruces por día.

Un dato curioso es que el taxi se paga de un lado de la frontera, luego te otorgan un ticket que entregarás al taxi del otro lado del río, y ese te llevará hasta la capital (Paramaribo) sin tener que pagar algún monto adicional.

Primer contacto con Surinam

La travesía desde la frontera a la capital de Surinam puede llegar a ser bastante aburrido. Estamos en uno de los países con menor densidad de población del mundo. Menos de 500 mil personas habitan este territorio, por lo que pueden pasarse varios kilómetros sin observar algún centro poblado.

Llegamos en vísperas de elecciones, y eso le da un tono particular a los paisajes del viaje. Se estila que las casas coloquen banderines con los colores y siglas de las toldas que respaldan; convirtiendo las fachadas en un carnaval de colorines. Se puede concluir rápidamente cuál de las fuerzas políticas predomina en cada caserío: simplemente contando las banderas que ondean en balcones y ventanas.

Mochilero Gourmet: Cruzando la frontera de Guyana a Surinam

Paramaribo – Una grata sorpresa

La llegada a Paramaribo es sorprendente – en algún momento llegué a sentirme como en la áfrica inhóspita, con sus largas llanuras – pero de pronto emerge una especie de Aruba o Curazao, en su versión más modesta.   Los ojos me deben haber brillado, y debo haber puesto cara de atónito cuando empecé a ver fachadas de arquitectura holandesa, calles limpias y bien asfaltadas, muchos comercios, e importantes tiendas de marcas internacionales.

Parece mentira que un mochilero gourmet se emocione con un Mc Donalds, pero de a ratos es un refugio para comer platos conocidos a un precio razonable ¡Un placer culposo! También aparecen frente a mí locales como: Burger King, KFC, y Papa Jhon´s… símbolo de una ciudad globalizada.

El escenario es un contraste total con los paisajes de Guyana. Aquí no hay indigentes ni pedigüeños; tampoco las aguas negras corren por las cunetas, ni la gente se aglomera entorno a los mercados. Por el contrario todo luce ligeramente próspero, muy limpio, organizado y las calles casi desolada.

Debemos cambiar parte del dinero, porque aquí se usa el SARDI como moneda; y no están tan devaluados: la tasa es 3,4 SARDI por 1 dólar americano.

¿Cómo comunicarse?

El idioma es otro cuento, al que poco a poco tendría que acostumbrarme ¡Estamos en uno de los países más multilingües del mundo! En Paramaribo se habla “Neerlandés Neerlandés” – como en Holanda y las Antillas- pero tienen sus variantes, como el Neerlandés de Surinam, o el flamenco (Usando en Flandes, Europa). Los surinameses también hablan su lengua nativa: oficialmente llamada Sranan Togo o “Takki Takki”, donde se combinan palabras del holandés, inglés, portugués, y algunas lenguas africanas.

Una parte de la población habla Sarnami – o hindi de Surinam – fruto de una amplía migración de pobladores de la India que llegaron en época pos-colonial. Mientras otra minoría (mayoritaria) habla javanés, ya que los holandeses controlaron por año la isla de Java en Indonesia, y subcontrataban mano de obra económica en esas tierras, la cual trasladaban a Surinam.

Para nuestra suerte, los locales se manejan muy bien en inglés, y en algunos casos saben español. Así que lo multilingüe es solo un añadido de la multiculturalidad que disfrutaremos en estas tierras…

Gabriel Balbás

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