Primero es Venezuela

Carlo Ancelotti, técnico italiano que hasta hace un par de días fuera el estratega del laureado Real Madrid, fue despedido por el presidente de la entidad blanca, Florentino Pérez y su directiva. Cuestionado por la propia hinchada, el técnico completó dos años al mando del equipo merengue en el que obtuvo una Copa del Rey, una Liga de Campeones (la ansiada décima estrella), un Mundial de Clubes y una Supercopa de Europa. A su mando el Real disputó 119 partidos, de los cuales ganó 89, empató 14 y perdió 16, siendo su punto negativo el no haber podido conseguir ningún título en la presente temporada. Lamentablemente el Real Madrid naufragó temprano en la Copa del Rey, perdió en semifinales de la Champions League contra la Juventus y terminó segundo en la liga española con 42 puntos, tres menos que el campeón, el Barcelona. Pero como dicen en el argot popular, goles son amores, y agrego, títulos también lo son, y aunque las estadísticas de Carletto son envidiables y para nada despreciables (superó a José Mourinho), ni la directiva del club, ni su afición le perdonó no haber traído algún título esta temporada a casa. Así es la vida, sin resultados, por más que hagas las cosas bien, el futbol es implacable.

Si el oficialismo dirigiera en el futbol, creo, las cosas serían distintas a como se manejan normalmente. Si así fuera, seguramente no importaría que no trajeras títulos a casa tras una o más temporadas. Para ellos si pasaran quince años y únicamente como directores técnicos hubiesen conseguido dividir al camerino del equipo y a la afición en, fieles e infieles al club, por cuestionar los malos resultados, se sentirían plenos en su actuar. Para ellos los logros serían haber jugado muchos partidos, haber saludado al final de cada derrota a los aficionados fieles a la gestión deportiva, y seguramente las derrotas serían culpa del imperio que no quiere que ganen juegos, ni consigan títulos, sobornando a los otros equipos y árbitros para que no los dejen ganar. En el oficialismo quince largos años, casi dieciséis, son un tiempo ínfimo para realmente arrojar resultados positivos. Con quince años más, quizás, podrían verse las victorias y los títulos, ya que la gestión del entrenador anterior aun no los ha dejado sacar provecho de la plantilla y los recursos para la obtención lógica de resultados satisfactorios.

Esta ilustración que hago simplemente viene a acotación al mirar alrededor, salir a la calle (cosa que no hacen en el oficialismo) y escuchar las conversaciones de todos. Conversaciones con un común denominador, realidades que no se pueden ocultar y que causan una completa insatisfacción, desesperación e incertidumbre por el porvenir, y es que en Venezuela hace mucho que las personas no se sienten plenas y en paz. El venezolano vive para lamentarse ante quince años de la peor gestión política, económica y social que hayamos conocidos, y la cual, lamentablemente, sigue siendo permitida que siga más allá que, siguiendo con la analogía, aun no ha traído títulos, ni victorias que sustenten la permanencia en el poder.

Pero, ¿dónde radica el rollo? Siempre he dicho que parte del problema radica en nosotros mismos, opositores y oficialistas civiles, quienes perdimos la noción teórica y práctica de lo que es un servidor público, nos extraviamos en los confusos caminos de la retórica implementada, no con inteligencia, sino con viveza, por el difunto, quién al dividir al país en pobres y escuálidos, inoculó (siguiendo la jerga oficial) el concepto tergiversado el cual dice que el político rojo es un patriota fiel al país, al cual no se puede cuestionar aunque todo se caiga alrededor y éstos permitan que dicha destrucción suceda.

Lamentablemente la idea se convirtió en un virus que hoy infecta a muchos opositores, quienes creen erróneamente que criticar a la oposición política es servirle al gobierno, y de esta manera permiten que las malas gestiones opositoras y las malas acciones de los miembros de la militancia, así como sus decisiones, pasen por debajo de mesa y sean incuestionables, sencillamente porque el político dejó de ser un servidor público para convertirse en tabla de salvación, suerte de mesías o teofanía, que no puede ser contrariada, como sucede en las filas oficialistas.

La política es como el futbol, la vida es como el futbol, quizás por eso este deporte despierta tantas pasiones y nos hace sentir plenamente humanos. Todos hemos hecho fuerza a una selección nacional, a un club con el cual nos identificamos, y por ende, añoramos verlo en la cúspide, siendo el mejor, el campeón. Cuando el futbol no arroja resultados positivos se analiza la responsabilidad de jugadores, cuerpo técnico y de la directiva, sea del club o la federación nacional. Luego de ser críticos ante los resultados, por lo general, llegan nuevos técnicos y jugadores cuyo compromiso es, únicamente, traer resultados tangibles. Un traspié en una gestión deportiva, como le sucediera a Carlo Ancelotti, más allá de que hace un año conquistaba, por estas fechas, la ansiada décima Champions League, deriva en un despido del cuerpo técnico y en un sacudón en la nómina de jugadores.

Seis meses en el fútbol (una temporada) es una eternidad, y en la política, un periodo constitucional lo es más. En un periodo Colombia cambió la cara de delincuente a un país de oportunidades e inversiones, con problemas, pero con crecimiento. En catorce años Croacia fue reconstruida luego de la guerra Croata de independencia finalizada en 1998. Durante ese tiempo hemos visto gestiones cambiantes en todos los países en la búsqueda de la ansiada mejora, hemos visto el crecimiento de naciones y sus avances, acá sin embargo un velo rojo nos hace no apreciar la crisis, y convivir con personas que no entienden que quince años es mucho, y con otros que callan por fidelidad opositora. Si una gestión política no da resultados hay que cambiar, primero es el equipo, primero es Venezuela.

Fernando Pinilla

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