Seguimos sin sembrar el petróleo

Hace ya casi 80 años que nuestro insigne Arturo Uslar Pietri escribió un editorial en el diario Ahora, en el que pedía que los recursos provenientes  de la renta  petrolera fueran invertidos en la diversificación de la economía nacional, para no vivir de una riqueza transitoria.
Hablaba de “sembrar el petróleo” y, pese a que han transcurrido casi 8 décadas, aún muchos siguen sin entender el alcance de aquellas palabras cargadas de sabiduría, que han podido ser clave para cambiar el escenario de crisis que enfrenta actualmente nuestra Venezuela.
Invertir los ingresos petroleros en la agricultura, por ejemplo, fue una opción que lastimosamente no fue entendida por este Gobierno, que lleva 16 años en el poder. Ellos escogieron la vía más fácil y despilfarraron los recursos que han debido invertirse en garantizar que nuestro pueblo lleve la comida a su mesa.

Pese a que nuestro país contó en la última década con los precios petroleros más elevados de toda su historia,  las importaciones agroalimentarias se incrementaron  en por lo menos  250%, mientras las exportaciones distintas al petróleo están prácticamente en cero.

Si hubieran tomado decisiones acertadas, pudiéramos estar inundando los mercados internacionales con nuestras cosechas y no como ahora, que dependemos exclusivamente de lo que producen otras naciones para alimentarnos.

Por lo que optó, de manera irresponsable este Gobierno, fue por regalar a otros países la riqueza extraída de nuestro subsuelo para comprar conciencias y publicitar su proyecto político.
No cabe duda, en Venezuela seguimos sin sembrar el petróleo. ¿Cómo es posible que en el país con las reservas de crudo más importante del mundo, tengamos la inflación más alta del planeta y seamos víctimas de un desabastecimiento y escasez imposibles de ocultar? Basta salir a las calles en cualquier rincón de nuestro país, para darse cuenta que las colas interminables que nuestro pueblo debe soportar, a diario, para comprar productos básicos son parte del paisaje urbano.

Por mucho que el gobierno trate de publicitar un premio artificial, intentando vender que Venezuela fue reconocida internacionalmente por su lucha contra el hambre, nuestro pueblo la está pasando mal, ya que cada vez es más difícil resolver los tres golpes diarios. Porque los únicos golpes de los que hablamos los venezolanos son: desayuno, almuerzo y cena.
Este gobierno mentiroso no tiene logros que exponer. Ya nadie se cree el cuento de la conspiración internacional y de la guerra económica. Nuestro pueblo abrió los ojos y sabe que la falta de papel higiénico, de jabón, de la harina para las arepas y los pañales para los niños se debe a un modelo económico desgastado y corrupto que ya no da para más.
Que tengamos un déficit fiscal cercano al 20% del PIB, una galopante inflación, escasez de alimentos y medicinas, no es culpa del imperio, de un fenómeno natural o de los marcianos. Eso tiene nombre y apellido: Nicolás y sus enchufados.

Lo que estamos viviendo son las consecuencias de un gobierno corrupto, ineficiente e incapaz, que ha generado el desmejoramiento de la calidad de vida del pueblo. Aunque los representantes de la mal llamada revolución repitan hasta el cansancio que se ha reducido la pobreza, por un supuesto reparto más justo de la renta petrolera, las mentiras caen por su propio peso.
Los niveles de pobreza rondan el 50%, mientras que la pobreza extrema se ubica en 21%, valores semejantes a los de la década de los 90. Según cifras de la ONG Provea, vamos a  cerrar el año con 12 millones de pobres, la misma cantidad que teníamos en el año 2000, en los inicios de la llamada V República.

Que estemos en el mismo nivel de pobreza que hace 16 años es algo inaceptable. Por eso, hoy más nunca, debemos unirnos y fortalecer la lucha para evitar que nuestra Venezuela termine de caer al abismo.

Está más que demostrado que el grupito de enchufados que está en el gobierno no va a sacar al país de la crisis. Tampoco nos podemos sentar a esperar que llegue un Mesías a ayudarnos. Los venezolanos tenemos la fuerza para iniciar las transformaciones que deben materializarse por la vía constitucional, pacífica, electoral y democrática.
Debemos tener claro que el arma más poderosa que tenemos en nuestras manos es el voto y en las Parlamentarias debemos hablar con contundencia. Esta no es una elección cualquiera, es un compromiso crucial que tenemos con el futuro de nuestro país, porque necesitamos una nueva Asamblea Nacional que legisle para el pueblo y con el pueblo, que apruebe un presupuesto justo y que ponga freno al despilfarro del petróleo. Por cierto, hasta el momento en el que escribimos estas líneas, el Poder Electoral sigue sin fijar la fecha de estos comicios.

¿Qué está esperando el CNE? ¿Cuál es el temor? Los venezolanos, quizás como nunca antes, estamos ansiosos porque terminen de decir cuándo son las elecciones para participar en lo que será, sin dudas, una gran fiesta electoral.

El cambio en nuestra Venezuela está cantado, les guste o no a algunos, y vamos a comenzar a construir una nueva Venezuela, en la que el petróleo sea utilizado como palanca para diversificar la economía y nos convierta en una nación pujante, reconocida en el mundo por la exportación de sus productos. Cuando eso suceda, si habremos sembrado el petróleo. Vamos juntos, que sobran razones para unirnos. ¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

Hemrique Capriles Radonski

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