“Cuando me golpeaba, él me tapaba la boca para que yo no gritara”

Testimonio
Coromoto, la historia de una de tantas mujeres maltratadas en Venezuela

Coromoto es una mujer de 51 años, nacida en Rio Claro, un pueblo ubicado a 18 km de Barquisimeto, estado Lara, creció en el seno del amor fraternal de su madre y abuelo.

“Tuve una niñez muy feliz, todo me lo dieron, jamás me llegaron a tocar, para nada, nunca me castigaron, porque no di motivo. Mi abuelo para mí fue como un padre, por el cariño que me brindó, él viajaba y siempre me traía un presente, me demostraba su amor”

Estudió el bachillerato en el Liceo Kennedy de Barquisimeto. En cuarto año conoció al que sería su esposo. Descendiente de italianos, tan bien parecido que todas se interesaban por él. Tenía carro y la llevaba al colegio. Luego de una salida de graduación empezó a frecuentarse con él. Su familia estuvo muy pendiente porque decían que no les gustaba el muchacho.

Al poco tiempo él le propuso matrimonio y aunque no se casaron, ella se mudó a su casa.

Empieza el calvario

Al vivir juntos su actitud cambió por completo. Se volvió agresivo, la golpeaba todos los días.

“Yo no podía decir nada, tenía que quedarme callada a todo lo que él me hacía. Mi suegro se daba cuenta de los golpes en mi cara, y yo que tenía que mentir haciéndoles creer que siempre me golpeaba con la pared. Cuando me golpeaba él me tapaba la boca para que yo no gritará y si yo decía algo me pegaba más duro y me amenazaba con que me iba a matar”

Estos recuerdos la hacen llorar y relata que al quedar embarazada de su primer hijo, él se volvió más agresivo.

“En los primeros meses de mi embarazo, yo me sentía mal, como débil, y tenía que lavarle los pies todos los días del mundo, debía cortarle las uñas, no sé qué placer sentía él porque yo hiciera eso. Después me decía: acomódate que ahorita vamos a tener relaciones como a mí me dé la gana”.

Intentó buscar refugio en su suegra, pero él solo la alejó de ella bajo amenazas de muerte. Sus padres eran separados. Su suegro a quien sí frecuentaba, no se metía.

Este embarazo no llegó a término. En una de sus constantes golpizas la dejó sangrando y encerrada en el cuarto. Como pudo pidió ayuda a la madrastra del esposo y al llegar a la clínica, lo había perdido.

Al cumplir los 18 años, pensó en escaparse del apartamento. Casi lo logra pero se encontró con el esposo en el camino y la devolvió, a golpes.

A los 18 años concibió a su segundo hijo

Durante este segundo embarazo, se apoyó en la madrastra para evitar una segunda pérdida. Dio a luz en la ciudad de Barquisimeto, con la idea de poder volver a su familia, pero él le prohibió a la madre de Coromoto quedarse con ella.

Luego del parto regresan a vivir a Caracas. Tenía que hacer rápido las cosas del bebé. Cuando llegara su esposo debía atenderlo, si el niño lloraba, ella no podía atenderlo porque él se lo prohibía. Le daba nalgadas y le decía: “maldito el día que naciste”. “Un día el niño se quejó que tenía más hambre y lo obligó a comerse mi comida y la de él. El bebé se vino en vómitos”

Además de soportar infidelidades y llamadas de las amantes, también fue víctima de violencia patrimonial y económica. Fruto del trabajo en el negocio de su suegro, tenía ahorros. En Barquisimeto vio un apartamento accesible y quiso comprarlo para mudarse. “Cuando realizamos la compra él me dijo: si esto se va a comprar, son tus reales pero quedará registrado a mi nombre, porque yo soy el hombre de la casa, usted no es más que una basura`. Yo accedí, ya que quería estar en Barquisimeto. Él permitía que mi mamá me visitara, pero ella sufría al darse cuenta de los golpes que yo tenía”.

Al tiempo tuvo otro bebé, una niña. El Nono les dio dinero para que se compraran un townhouse y vivieran ahí. El marido cambió la cerradura, lo vendió y también vendió el apartamento de Barquisimeto. La dejó en la calle. Con el dinero montó un negocio de lámparas y obligaba a los niños a trabajar con él. Ya no vivían juntos, él la había dejado por otra mujer, sin embargo, la hostigación continuaba, la llamaba constantemente y trataba mal a los hijos.

“Mi hijo me decía: en algún momento mi papá me va a dar y yo le voy a responder, yo tenía guardado toda esa rabia cuando te golpeaba a ti y a mí. Yo le aconsejaba que no lo hiciera, pero tal fue el punto que una vez se enfrentaron. Me llamaron a mi trabajo porque padre e hijo se dieron golpes hasta más no poder. Decidí denunciarlo”.

Las autoridades no le hicieron caso porque él los sobornó a todos. La jueza del caso lo favoreció. Coromoto desistió del proceso legal.

Ella logró montar también un negocio de lámparas en Caracas con ayuda familiar pero la ex pareja los amenazaba con malandros en la puerta a diario. Tuvo que cerrarlo. En total, 18 años de maltratos.

Tiempo después llegó al Centro de Atención y Formación Integral de la Mujer (CAFIM), donde recibe ayuda y apoyo hasta la actualidad.

Eliarbert Orozco / Hernán Romero

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