Sentado en el mueble con una taza de café en mano y una caja de cigarrillos, y para sentirse en ambiente, una canción de fondo de Héctor Lavoe. Nuestro entrevistado es coleccionista de discos antiguos y apasionado por la lectura. Una veladora que alumbra a varios santos y un atrapa sueños de gran tamaño hacen que la sala tenga buena vibra.
Pedro Hernández es un hombre alto, casi de dos metros; moreno, delgado, de 48 años de edad, lleva una camisa marrón, pantalón oscuro y zapatos negros. Su rostro es amable pero nos recuerda que no podemos fotografiarlo.
“Éramos 4 hermanos, yo soy el único hombre; tenía 16 años cuando perdí a mi hermana mayor en un accidente de tránsito, al año siguiente murió mi mamá y quedamos solo 3. Yo empecé a agarrar malos pasos, a tener malas juntas; a conocer personas que me ofrecieron una vida fácil, bonita como quien dice, agarré la vía de la delincuencia y al ver que todo era sencillo me gustó. Viví momentos bonitos llenos de lujos, compré casas, carros, viajaba todo el tiempo; pensaba que me las sabía todas cuando en realidad no era así, comencé a los 18 años de edad a vender droga. Era uno de los más reconocidos de El Paraíso, así pasaron muchos años. Me alejé de toda la familia, conocí a la que sería mi esposa, tuvimos dos niños y yo seguía cada vez más en ese mundo”.
Llegó el 25 de octubre de 2001, domingo a las 6:00 pm y con 33 años de edad; hasta ese día todo fue perfecto. “Estaba descansando, mis hijos pequeños veían comiquitas y yo películas con mi mujer; en eso entran los guardias y me allanaron la casa, empezaron a investigar. Ya eso me había pasado varias veces pero yo siempre tenía mis contactos y buscaba la manera de salir, así que dentro de todo estaba tranquilo”. Registraron, consiguieron papeles y llegaron a la caja fuerte donde tenía dinero. De ahí entró a La Planta, luego a El Rodeo I; intentó mover sus contactos pero le dieron la espalda. Lo sentenciaron a 18 años de prisión de los cuales solo 2 tuvo abogado.
“En la cárcel si te duermes te dejan pega´o. Cuando llegué me revisaron y me lanzaron a los pabellones donde están todos los presos. Pasan lista a las 6:00 am y a las 5:00 pm para ver que nadie se haya fugado. Ahí te toca sobrevivir como sea, cuidarte las espaldas a toda hora”.
El pran es el primero que entra en acción, “empieza a investigar por qué motivo caíste ahí; allá adentro están en contra de la violación, si entras por eso te tiran, te ahorcan, te matan”.
Pedro vivió 5 huelgas de hambre. Son siempre planificadas por el pran. “Es lo más difícil porque los presos se alborotan, empiezan los tiros y en una balacera de esas puedes perder la vida; la guardia se alza y se quiere meter en los pabellones para dominarlos y empiezan a lanzar tiros para tratar de controlar la situación”.
“El gobierno”, como ellos llaman a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), es quien los ayuda con todo lo que necesitan como drogas, armas, alcohol y mujeres según señala Pedro.
“Yo no quise ser pran porque a juro tienes que matar y yo entré por drogas no por muertos; jamás he matado, eso no me cuadra. Yo quería salir sano. Si adentro te metes en problemas cuando sales te buscan y te matan”.
Para tener visita conyugal se le avisa al pran y él decide; luego cuadra con “el gobierno” y saca el permiso.
“Caí el 25 de octubre de 2001 y salí el 12 de junio de 2009. Me rebajaron la pena por buena conducta, hacía cursos de artesanía, estudiaba y así logré salir rápido. Al principio me costó adaptarme, salí lleno de odio; mi refugio era la bebida pero tuve un accidente que me hizo reflexionar, decidí cambiar por mis hijos y esposa. Compré una moto, empecé a trabajar; montamos una línea de mototaxi. Ahora no tengo lujos pero si las 3 cosas más importantes: vida, un techo y mi libertad”.gf
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Talento universitario
La entrevista testimonial fue realizada en marzo de 2015 por estudiantes de la cátedra Educación Sexual en el Periodismo, dictada por la licenciada Jenny Marques en la Universidad Católica Santa Rosa.
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Yraunnid León / Yaina Osorio