Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

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Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

Las islas ABC están conformadas por las antiguamente llamadas “islas neerlandesas”, el apodo surge de agrupar las iniciales de sus integrantes: Aruba, Bonaire y Curazao. Pequeñas en territorio, pero extensas en paradisíacos paisajes, las ABC son el destino turístico por excelencia para holandeses, estadounidenses y uno que otro venezolano.

En ésta mochileada – La segunda ruta que abordamos en 2015 – me propongo ir tras Bonaire, destino que es (por mucho) menos reconocido que sus pares de Aruba y Curazao para los venezolanos, pero que seguramente esconde interesantes playas y un montón de anécdotas. Para esta oportunidad, invité a los seguidores de mis redes sociales – @GabrielBalbás – a conocer paso a paso mi recorrido por las ABC del Caribe, hasta llegar al #Destino42 del mochilero gourmet ¡Bonaire!

 

Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

¿Cómo llegar?

Tan cerca y a la vez tan distante, un vuelo de apenas 45 minutos nos separa de las islas de Aruba y Curazao, quienes tienen vuelos directo a diario para conectar con Caracas. Para Bonaire no hay vuelo desde Venezuela, por lo que para llegar hasta allá hay que transitar por el ABC completo.

Los Teques, 3 am

El despertador suena con especial antipatía a tempranas horas de la mañana. Me acosté tarde arreglando el morral para el viaje. Cuando se mochilea uno se pone quisquilloso con aquello de la maleta. Ropa para playa, cholas, gorra, lentes oscuros y al menos 3 potes de bloqueador solar son lo básico de esta travesía.

También es importante llevar lo elemental de comida, pues en estas islas hasta el agua suele ser costosa. Me alojaré en hospedajes con cocina, así que tomo la previsión de tener opciones para desayunar y cenar.

A las 3 y 20 de la mañana ya vamos rumbo al aeropuerto; un poco retardado para lo sugerido por las aerolíneas (4 horas de antelación). Sin embargo llego a tiempo para chequearme, y tras colas para pasar los distintos controles de seguridad y migración, estoy listo para abordar.

Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

Aruba, 9 am

Por costos, y porque realmente esta isla provoca visitarla a cada rato, el primer vuelo lo tomo hacía la isla feliz del Caribe. Aruba me recibe con un sol radiante (o achicharrante) y esa emoción que demuestran sus habitantes hacia el turista.

Tras instalarme, no queda más que disfrutar de un día de playa, sol y arena, para pasar este día de escala. El Arubus te lleva desde el centro de Oranjestad a las playas más afamadas de la isla: Divi Beach, Machebo, Eagle y Palmbeach irán apareciendo – en ese orden – ante la ventanilla del bus. Por cercanía opto por pasar la tarde en Machebo, playa que destaca por su larga franja de blancas arenas, y por dejar disfrutar los atardeceres más vistosos de la isla.

 

Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

Curazao

De Aruba a Curazao el vuelo dura escasos 20 minutos. No has terminado de acomodarte tras el despegue, cuando el piloto pide que te prepares para el aterrizaje.

Migración en Curazao es un proceso bastante rápido, y aunque el próximo vuelo será al medio día, aprovecho para disfrutar de la isla. El calor de estas tierras es más marcado, pareciese que la brisa pega menos fuerte.

El curazaleño es un poco más pícaro que el arubiano, y hay que regatear los precios del taxi, los cuales suelen ser hasta 15$ más baratos que la propuesta inicial. El punto vital de una visita a Curazao es el puente Reina Enma, el cual se mueve para dar paso a embarcaciones que transitan por la Bahía de Santa Ana. Desde el puente, se observa las clásicas fachadas de colores que son ícono de la isla.

Aruba, Bonaire y Curazao – el ABC del Caribe

Bonaire

Otro vuelo de 20 minutos, con la aerolínea INSEL AIR, conecta a Curazao con su vecina Bonaire. La llegada al aeropuerto internacional Flamingo es inusual: no hay que llenar planillas de migración ni contestar alguna pregunta; creo que no temen que uno se quede en sus tierras, ni es de su interés saber a qué vienes, dónde te hospedas, ni cuantos dólares traes.

El aeropuerto es sorprendentemente concurrido, contrastando con mi creencia de que poca gente visita la isla.   En las reseñas de internet indican que mi hospedaje queda a 5 minutos a pie del aeropuerto, pero tras caminar por más de 20 minutos – bajo un sol inclemente – siento que estoy perdido en el medio de un casi-desierto.

Opto por parar un Jeep para preguntar hacía donde me queda el hotel, pero recibo como respuesta un “Móntate que yo te llevo”. Durante el trayecto converso con Andrew y Joe, el conductor y el copiloto del vehículo, quienes fueron mochileros en Holanda, por lo que se apiadaron de mí durante la caminata y se prestaron a trasladarme.

Una vez hospedado en el hotel comienza mi primera expedición de la isla. Voy a la playa, para descubrir que no toda la costa tiene arena como de costumbre. En Bonaire lo usual son los bordes rocosos, a los cuales les elaboran una especie de muelle, donde se apostan las sillas plegables para llevar sol, y desde las cuales uno se lanza de chapuzón en sus frescas aguas.

El mar es casi transparente, por lo que es muy popular esta zona para el Snorkeling, incluso sumergido es muy fácil verse los pies, o la arena o en el fondo (a varios metros de profundidad). No es común ver venezolanos, aunque las cervezas Polar y Zulia son las más populares en los puntos de expendio de alcohol. Es difícil identificar a un nativo bonaerense, todos tienen rasgos de inmigrantes holandeses o europeos.

El idioma oficial es el papiamento, por lo que de a ratos pareciese que hablan español, pero luego detectas que se trata de un dialecto diferente. Todo es bastante costoso: cervezas a 5$, comidas a casi 20$…. no hay buses, y los taxis son escasos; pero si sacas el dedo seguramente alguien te da la cola.

Kralendijk

Suena a nación árabe, pero se trata de la capital de Bonaire. Con arquitectura similar a Aruba o Curazao, pero ambiente un poco más a pueblo playero, es un sitio tranquilo, cuyas calles se recorren rápidamente – cuando no están atiborradas de turistas que bajan de enormes cruceros que surcan sus costas – con clima cálido y de mucha brisa. Indispensable: Bañarse en la playa del aeropuerto, beber ron Bonaire, y fotografiar los anuncios que alertan el cruce de burros salvajes…

Gabriel Balbás

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