La viveza criolla

Mientras esto ocurre en el resto del mundo, grupos de manganzones criollos han tomado por asalto el “negocio” de la divisa. Pegando gritos histéricos a los cuatro vientos exigen por todos los medios que se mantenga su derecho divino a seguir traficando con las divisas. Los manganzones en vez de trabajar, de producir, de crear, quieren seguir chuleándose eternamente al país, en medio del contexto de una severa disminución de los ingresos nacionales en divisas, producto de los bajos precios del petróleo. Ellos son un efecto residual y perverso de la cultura de expoliación de la renta petrolera, acostumbrados a vivir en el despilfarro y sin aportar absolutamente nada al aparato productivo. Estos son los neomayameros, los neo “ta’ barato”, transmutados ahora en parásitos cadiveros.

Ya hemos visto como la inmensa mayoría de los connacionales de todo el mundo, salen de sus países a trabajar y estudiar, buscando siempre un beneficio económico y profesional para ellos y su grupo familiar. Desde el norte y otros países envían sus remesas religiosamente a sus familias. Pero esta gente no. Los manganzones criollos no mandan nada de allá para acá, por el contrario quieren y exigen que sus familias y todo el país les pague su dolce vita y los sigamos manteniendo eternamente. Por eso, lamentablemente, chapoteando entre la gente honesta, trabajadora y estudiosa, se enquistaron estas mafias de vividores, parásitos y estafadores, cuyo único objetivo es sacar provecho de las políticas cambiarias para lucrarse descaradamente. Nada de cursos de inglés en Las Mercedes, las mafias cadiveras, montaron “programas de formación”, a dólar preferencial, por todo Estados Unidos, Canadá, Irlanda, y hasta en la exótica isla de Malta. Sí leyó bien, la Isla de Malta en el Mar Mediterráneo (búsquelo en el mapa). Que descaro.

Por esto debemos seguir resistiendo todos los intentos de extorsión y el griterío de este pequeño grupo de vividores. Señora, señor, sacúdase al cadivero mayamero de su familia, el mismo que vive chuleándole los cobres. Dígale que es al revés. Que haga como el resto de los inmigrantes. Sí, que trabaje (de seguro le sonará horrible y pondrá mala cara). Que sigan sus estudios, pero que trabajen, para que manden unos dolaritos de allá para acá. Que dejen la mente cadivera en el pasado. Que se inoculen de ese virus y que hagan como el resto de los latinos que con esfuerzo y dedicación se van al Norte a trabajar para mantenerse y mantener a sus familias en sus países de orígenes.

Que dejen de despotricar del país, que lo respeten. Si no les pasará como el cuento del señor del yeso, un auténtico y acérrimo opositor amargado radicado en el exterior, el cual se vio en la circunstancia de tener un accidente y fracturarse el brazo. Allá en su amado “país receptor” le cobraban 20 mil dólares para componerle la fractura. Así que no tuvo más remedio que venirse al país, humildemente y cabizbajo, a ponerse sus clavos y yesos bien baratico en el sistema de salud nacional. Cosas de la vida, es una relación amor-odio, ambivalencia, como diría Freud. Tienen educación, salud, alimentación, y un largo etcétera, pero siempre reniegan y critican de su propio país.

Contrario a lo que dice Ricardo Hausman que “la diáspora suele recordar los momentos negros de una nación”, aquí en el país está un pueblo trabajador y estudioso, que cada mañana se levanta con energía y optimismo a dar lo mejor de sí. Esta derecha apátrida está discapacitada para reconocer a este pueblo, para valorarlo y ser parte de él.

Los de la Diáspora Cadivera me recuerdan un cuento del poeta Facundo Cabral, donde le reclamaban que él era un mantenido, y él decía alebrestado: “No te permito che, yo no soy un mantenido, yo cobro sueldo de hijo”. Así son los de la mafia cadivera.

Richard Canan / Sociólogo – @richardcanan

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