¿Con los precios “injustos” éramos felices y no lo sabíamos?

Uno de los mayores éxitos propagandísticos de la actual élite gobernante en Venezuela fue satanizar en extremo “los 40 años de la Cuarta República” cuya consecuencia inmediata fue inducir un enorme rechazo popular a todo lo que representaba ese pasado y con lo cual se generaron las condiciones sociopolíticas para el surgimiento de la figura del finado Hugo Chávez como un “mesías salvador”; pero lo que se ha vivido durante los últimos 17 años de la “Quinta República” es una realidad que está demostrando que la situación de ahora es mucho peor que la de antes, en cualquier parámetro que se le compare; especialmente en lo que se refiere al manejo de la economía.

La actual Venezuela no se parece en nada a la de antes de 1.998 cuando Chávez asumió el poder por la vía electoral; y los más alarmante es que después de un considerable tiempo el gobierno de Maduro no da señales de un cambio de rumbo económico sino que, por el contrario, ha seguido profundizando las contradicciones estructurales de un modelo de Economía de Planificación Centralizada, propio de los regímenes totalitarios como el cubano o el norcoreano, porque sus rigurosos controles sólo han servido para destruir el aparato productivo nacional, atacar a la empresa privada y poner al Estado a cumplir funciones para las cuales no ha demostrado ser eficiente en ninguna parte del mundo y cuyos resultados, entre otros, son los actuales niveles de escasez e inflación; que son el origen de la “guerra económica”.

Los actuales niveles de inflación y escasez en Venezuela son los más altos del planeta (la inflación acumulada durante 17 años es de 2.800% y la de este 2.015 se estima en cerca del 200%); y cuando se comparan los “precios injustos” del pasado cuartorepublicano con los “justos” de los últimos seis meses de la “Quinta”, la diferencia es tan abismal que no es complicado determinar que antes se conseguía y se podía comprar de todo en el país porque el poder adquisitivo era superior al actual; pero ahora es todo lo contrario, a pesar de existir mayor liquidez monetaria en la calle. Por ejemplo, un kilo de azúcar hace poco costaba 5 bolívares “fuertes” y hoy supera los 130; el kilo de café estaba 20 y ahora está en 700; un kilo de carne de res se conseguía en 50 y ahorita no baja de 1.200; el kilo de queso blanco llanero en 20 y ahora en 700; el cartón grande de huevos valía 20 y ahora, 800; un kilo de caraotas rojas era posible comprarla en 40, y llegó a 1.200; un caucho ring 13 costaba 700 y ahora no se consigue en menos de 30.000 o una batería pequeña para el carro familiar que antes parecía costosa en 500, hoy no se consigue en menos de 8.000 Bs; y ni hablar de la cebolla, la papa, el tomate, las frutas, las hortalizas o los medicamentos.

Si los venezolanos nos ponemos la mano en el corazón y en la conciencia, tendríamos que concluir que este modelo fracasó y que la actual élite gobernante no merece otra oportunidad; porque “pasar hambre no es de Dios”, como dice una vecina de Los Teques.

UNA BOMBA DE TIEMPO. La escasez y la inflación tienen acorralado al gobierno nacional y es la razón por la cual le está pidiendo “cacao” al sector privado para tratar de reactivar el aparato productivo interno en el corto plazo a propósito de las parlamentarias, después de pasar 17 años cayéndoles a carajazos con las expropiaciones ilegales o la negación de dólares para importar materia prima para poder producir; y a cambio, le quitaron la responsabilidad de la fastidios “guerra económica” sino que ahora son los “bachaqueros apátridas”. Por cierto que el presidente Maduro ha sido muy ligero en el tratamiento que le está dando a estas aglomeraciones de venezolanos que pierden horas para poder adquirir productos de consumo, porque la desesperación, la frustración y la impaciencia las están convirtiendo en una gigantesca “bomba de tiempo” que podría explotar en cualquier momento. Hay quienes han llegado a la morbosidad de creer que el propio gobierno está creando las condiciones para un estallido social para justificar un Estado de Excepción y suspender las elecciones de este año. A mí me cuesta compartir esa tesis macabra.

LA PALIZA DEL SIGLO. Según las encuestadoras Datanálisis, Consultores 21 y el Ivad en estos momentos la intención de votos a favor de la oposición es de 23 puntos sobre el oficialismo. Si estos números se mantienen o se abre más la brecha hasta el 6D, la paliza electoral será sin precedentes. Según proyecciones estimadas en base al favoritismo del electorado en Miranda, La Unidad ganaría los circuitos 1, 2, 3, 4 y 5 y metería dos de la lista de tres; lo que haría que de los 12 diputados que salen por este estado, la oposición está en capacidad de ganar 8 y el oficialismo, 4; y con probable sorpresas en el Tuy. Si no sucede nada “extraño” de aquí a diciembre, ya se puede conocer cuál fuerza política tendrá mayoría de diputados en la Asamblea Nacional; pero no se puede caer en triunfalismos y hay que votar masivamente para que se concreten estas proyecciones.

LA PRIMAVERA LATINOAMERICANA. Los gobiernos latinoamericanos que se inscriben en la izquierda ideológica están pagando las consecuencias de la implementación de modelos fracasados cuyos rasgos más característicos han sido la corrupción y la ineficiencia; y sólo es cuestión de poco tiempo para observar una debacle generalizada en varios países. Si en estos momentos se realizaran elecciones presidenciales en Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Bolivia y sus actuales mandatarios se postularan para esos cargos, ninguno de ellos sería electo porque el rechazo popular es devastador; incluso, aunque el C.N.E venezolano les organice los comicios.

SATURADOS DE TANTOS ESCANDALOS. La estrategia de hiperpolitización de la sociedad venezolana implementada desde el gobierno nacional con fines electorales y en la que los escándalos han sido usados sin restricciones morales o legales, tiene saturada a la opinión pública colectiva. Es lo que la sabiduría popular resume en la expresión “perdimos la capacidad de asombro” porque ya nadie se escandaliza por las hilarantes y recurrentes versiones oficiales sobre temas que en otras circunstancias despertaban el interés general. La población luce “adormecida” ante tanta información que recibe sin tregua para digerirla, pero esta condición psicológica atenta contra los planes de desviar su atención sobre la inflación, la escasez o la inseguridad; y por eso el gobierno insiste en generar un shock comunicacional.

Sergio Graffe / Politologo

Salir de la versión móvil