Algunos colombianos recuperaron sus enseres por el río

Juan Pablo Cohen
Decenas de colombianos desafiaron al río Táchira y a la Guardia Nacional Bolivariana para recuperar parte de sus muebles y enseres. Pasaron desde televisores y colchonetas hasta motocicletas. / Foto: Juan Pablo Cohen Diario La Opinión de Cúcuta

Desde el otro lado del río Táchira, Juan, carnicero deportado el fin se semana, veía con impotencia cómo la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) entraba a su casa y sacaba parte de sus enseres.

Mientras la muchedumbre abucheaba a los guardias y los llamaba ladrones y aprovechados, el hombre trataba de calmar los ánimos de sus vecinos.

“Cállense por favor. No insulten más, que ellos van a dañarme mis cositas por sus provocaciones”, decía impaciente.

Al igual que él, decenas de personas se lamentaban por los enseres que habían dejado en sus viviendas en San Antonio.

Cuando la Guardia los sacó de sus casas no les permitió sacar ninguna pertenencia. La ropa con la que salieron del vecino país se convirtió en su mayor tesoro.

En medio del alboroto colectivo, hubo quienes se aventuraron a lanzarse al río para cruzar a Venezuela con la esperanza de recuperar por lo menos un colchón.

“Hágale, que no hay guardia, pero pegue el pique”, dijo uno de los primeros en cruzar la frontera. De inmediato, decenas de hombres y mujeres se zambulleron en las amarillentas aguas para recuperar algo de lo perdido.

El desfile comenzó. Con colchonetas, televisores, costales de ropa, y sillas al hombro,  los deportados desafiaron el río y empezaron a traer sus muebles al lado colombiano.

La prisa era notoria. Niños y adultos entraban y salían corriendo de la trocha, mientras otros, desde la otra parte, los alertaban sobre la presencia de la GNB.

Yordi, 12 años, cruzó por su bicicleta. Su mayor temor era que le quitaran su preciado juguete.

“Mire que es fácil, 10 minutos y ya pasé”, decía el pequeño alentando a otro niño a cruzar.

“No a mí me da miedo, ¿no ve que ellos (la guardia) lo agarra a uno y dicen que uno es paramilitar?”, replicó Felipe, 10 años.

En el sector de La Playa, una de las tantas trochas por donde a diario los contrabandistas cruzaban toneladas de productos, se podían ver, en medio de los matorrales, cocinetas, mesas, y camas.

“Nos sacaron como a perros y robaron lo poco que teníamos: no es justo”, dijo una residente del Pequeño Barinas, que mostraba un video de cómo le hicieron añicos su rancho.

Cruce fronterizo

Mientras aumentaban las personas que cruzaban el río, en el puente internacional Simón Bolívar cada hora entraban y salían 40 personas.

Dos horas esperó Antonina Cardozo, 88 años, con sus maletas para poder volver a su país. Había llegado el miércoles pasado a Cúcuta, y el jueves  fue hospedada en el barrio Latino por una desconocida que tras conocer su situación se apiadó de ella y de su hija, y les brindó una mano amiga.

Cansada por el trajín, y quejándose de un fuerte dolor en las piernas, apretó su maleta y se perdió entre los demás venezolanos que entre risa y broma, aligeraban el paso para volver a pisar su tierra.

Diario La Opinión

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