Se agudizan fallas de distribución en farmacias de Altos Mirandinos

Farmacia pelada
Cada día es más difícil encontrar hasta los sustitutos para superar alguna patología. Quienes padecen alguna de las enfermedades catalogadas como “raras” deben adquirir los remedios en el exterior

Una larga fila de angustiosos potenciales clientes precede a la frase más repetida del día: “No hay”, respuesta que se impone tanto al que pregunta por pastillas para el dolor de cabeza, pasando por vitamina C masticable hasta una crema para combatir un hongo en la piel.

“El médico me recetó un ungüento y me dio dos alternativas adicionales por si acaso. He recorrido todas las farmacias que conozco entre Carrizal y San Antonio de Los Altos y aún no logro adquirir el producto, lo que ha hecho que una mancha que pude haber eliminado en una semana ya lleve un mes atormentándome”, se quejó Milena Goncálvez.

Su caso afortunadamente no es grave. Quienes la pasan peor son las personas diagnosticadas con hipertensión, asma y diabetes que deben buscar hasta debajo de las piedras para evitar sufrir crisis y terminar hospitalizados.

“Hace diez años que padezco de problemas con la tensión y el año pasado fui recluido en un clínica en dos ocasiones por no encontrar mis pastillas. Este año voy por el mismo camino y ya no tengo propiedades que vender para costear mi estadía en una camilla donde lo que hacen es colocarme suero y darme una pastilla para engordar el presupuesto”, se quejó Camilo Rodríguez, quien ha optado por hacer cambalaches por Internet, pero confiesa que cada vez se queda con menos opciones.

–El Losartán es el gran ausente de los anaqueles, cuando llega a las farmacias es en cantidades insuficientes para el número de pacientes existentes y siempre queda alguien por fuera. De paso hay que lidiar con el hecho de que cada vez que aparece es más caro o te venden una caja por persona y no alcanza para cumplir el tratamiento al pie de la letra. Mi familia vive con la angustia de que por el descontrol con la medicación termine sufriendo un ACV, es una situación que da pena ajena; incluso he llegado a pensar que lo mejor que podría pasarme es morirme para no estar con la incertidumbre de quedar incapacitado y ser una carga peor para mis parientes.

A la buena de Dios

Otros pacientes que se las ven negras por las irregularidades en los despachos de las boticas altomirandinas son quienes padecen las patologías catalogadas como “raras”, entre las que se incluyen la enfermedad de Addison, cuyos afectados requieren Fludrocortisone, medicamento que ya ni siquiera es comercializado en las farmacias venezolanas, lo que hace que sea adquirido en el exterior para garantizar la supervivencia de quien la padece.

“Antes lo vendían pero como la población que sufre Addison en el país es pequeña –al menos en teoría pues no hay estadísticas oficiales-, no resultaba rentable y dejaron de traerlo dejando desamparada a un grupo de personas como yo”, confesó Mirna Mayor, cuya existencia depende de la ingesta diaria de por vida de la píldora.

Otros que sufren con la escasez de medicamentos son los parientes de quienes padecen Parkinson y/o Alzheimer, quienes deben emprender extenuantes odiseas por los negocios de todo el país para adquirir los remedios.

“Cuando se encuentran es cada vez más costoso; sin embargo, uno hace el esfuerzo pero cada día es más engorroso acceder a ellos, lo que resta calidad de vida a nuestros familiares”, dijo Nina Cortéz, cuya madre de 65 años padece Alzheimer, condición que se ha agudizado este año por verse obligada a tomar la mitad del tratamiento para rendir los fármacos mientras encuentran la próxima dosis y no dejarla totalmente desamparada. “Mejor darle algo que nada”, se autoconsuela la entrevistada.

–Hay una gran comunidad que está desamparada porque estas enfermedades no están incluidas en el sistema que inventó el Gobierno (Siamed) para garantizar el acceso a todos a los remedios. Se nos están muriendo nuestros parientes en nuestras manos a causa de enfermedades otrora controlables. Ya no solo tenemos que cuidarnos del hampa sino de hasta pescar una enfermedad porque las opciones a la vista son vender lo que no se tiene para costear una clínica donde a duras penas tienen los insumos para atender a quienes llegan, o resignarse a pasar los últimos días abandonado en algún hospital del país.

Johana Rodríguez – jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl

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