Cuando estamos frente a un alimento, solo vemos lo que nos vamos a comer y pocas veces nos detenemos a pensar cómo fue su manejo y procesamiento previo.
Las bacterias pueden estar presentes en los productos que compramos, tanto en su preparación como para su consumo directo y pueden generar enfermedades de transmisión alimentaria (ETA).
Uno de estos padecimientos es la diarrea bacteriana, que se caracteriza por la expulsión de más de 4 deposiciones líquidas, con o sin sangre en una extensión de 24 horas. Es causada por bacterias que ingresan al organismo al ingerir alimentos o bebidas contaminadas. Las bacterias más comunes son: Campylobacter jejuni, Escherichia coli y Salmonella, y se transmiten a través de agua contaminada, leche, carnes, huevos, pescados y mariscos crudos.
De allí que la higiene a la hora de conservar, manipular y preparar los alimentos es fundamental para prevenir complicaciones gastrointestinales, tomando en cuenta que las bacterias se multiplican muy rápidamente.
Las medidas mínimas de higiene deben comenzar desde el momento en que se compran los alimentos. En el caso de productos que requieran refrigeración, es importante asegurarse de que se haya respetado la cadena de frío, para preservar su conservación. Los productos que se vayan a consumir crudos no deben estar en contacto directo con los que se vayan a cocinar, es decir, frutas y verduras con carnes y mariscos, porque estos últimos pueden drenar sobre los alimentos frescos. Se debe limpiar bien el área de trabajo y lavar muy bien los utensilios.
El lavado de manos es de vital importancia a la hora de manipular y preparar los alimentos, así como lavar bien los productos frescos. La carne de pollo, cerdo, res y pescado deben cocinarse bien para minimizar los riesgos de contagio con microorganismos.
NDP