¡Hacer cola no es sabroso!

Hay frases celebres que usamos a diario como ejemplo, motivación, recordatorio o alerta ante las circunstancias que vivimos. Por lo general quienes emitieron dichas consideraciones son personas influyentes, para bien o mal, por lo que sus palabras sirven para enriquecer nuestras decisiones. Sin embargo cuando Jacqueline Farías manifestó esta semana: “Vamos a disfrutar de estas colas sabrosas para vivir, viviendo”, no queda más que usar esta cita como alerta, para que aquellos quienes aun esperan respuestas de los miembros de la cúpula corrupta del gobierno, entiendan que nuestros problemas, nuestros dramas, nuestras pruebas diarias son para ellos papel toilette. No hubo, no hay, ni habrá respuestas, ni soluciones a nuestra crisis, hermanos venezolanos.

Como ser humano experimento una sensación terrible cuando salgo a la calle y veo las interminables colas. Tener que hacerlas molesta, pero cuando le toca a mi esposa, mis padres o cualquier persona, es inevitable no sentir una indignación profunda, una rabia visceral que me empuja a gritar a viva voz para que despertemos en masa, y no importa si es en desobediencia civil, o con un tsunami de votos, pero que finalmente le demos un parao a esto, y es que el pueblo tiene la salida a la crisis. Mientras esperemos que la GNB, el Espíritu Santo, o la oposición sean quienes nos liberen de las cadenas que nos subyugan, seremos esclavos de los mismos seres abyectos quienes nos han doblegado por más de quince años.

La respuesta absurda, grosera, grotesca, delincuente de quién se burla de la violación sistemática de nuestros derechos humanos, Jacqueline Farías, no me sorprende, porque no espero un ápice de humanidad, respeto o sentido común de parte de ningún miembro del gobierno, ya lo he dicho antes. Pero se me llena el pecho de orgullo de saber que no estoy en el lado incorrecto de la historia, quién aplauda semejante aberración de este monstruoso ser (no puede ser llamado persona, ni mucho menos mujer), no merece llevar el mote de venezolano, porque no puede existir un compatriota que no experimente un dolor profundo en el pecho al ver a una mujer, un anciano, o cualquier persona esperando humillada por las migajas que permite el gobierno, no solamente en comida, sino también en medicinas y tantas cosas más en el país.

¿Se puede hacer mofa de las desgracia humana? Solamente si tu integridad y tu ética y moral están ligadas a un movimiento corrupto que se llenó la boca hablando sandeces de democracia, pluralidad, libertad, justicia y sus representantes no encaran los problemas, sino que, además de no resolverlos y culpar a Raimundo y todo el mundo, se atreven a burlarse de este drama cotidiano al que nos han condenado con sus política mediocres y fracasadas. En ningún país, en ningún gobierno, por más corrupto que sea, creo, se atreverían de tomar con ligereza un asunto tan delicado como el hambre o la escasez de medicinas, sobre todo a sabiendas que Venezuela ha sido un país, históricamente, acostumbrado a la abundancia, un país en el que ha existido la inflación pero no este flagelo de robo a nuestras arcas, a nuestra economía semanalmente. Nadie en su sano juicio podría tomar con ligereza la respuesta a un clamor generalizado resultado de la incompetencia de un gobierno fracasado, de la propia negligencia gubernamental siempre disfrazada de excusas: guerra económica, precios justos, la derecha, el imperio, Uribe, Colombia, los bachaqueros, etc.

Lo lógica en esta circunstancia sería regular las palabras, silencios responsables ante la falta de soluciones, pero como acá se hace lo que se le antoja a los payasos del circo, se dan el tupé de emitir sus comentarios irresponsables, negar la realidad, burlarse de la crisis, históricamente jamás vivida por los venezolanos, que hoy llevamos a cuestas y sencillamente seguir con su cara e´ tabla mejor puesta, con su actitud de desdén ante todo lo que lleva a Venezuela a ser la nueva isla comunista del continente, aunque se encuentre ubicada en la plataforma continental.

No quedan palabras para describir en sentimiento de impotencia, no hay manera de explicar lo que es sentir a Venezuela y verla desmoronarse como una galleta de soda entre las manos indolentes del gobierno. Creo lo que termina de empeorar la situación, es saber que en el país existe una gran número de personas quienes dan un espaldarazo a funcionarios corruptos y descarados como Jacqueline Farías, personas que aun no entienden que su espera caducó hace mucho, que las respuestas a sus anhelos e interrogantes no se encuentra dispuesta en ninguna oficina o escritorio de un funcionario rojo, sino que por el contrario la única certeza que tienen es que vivimos en la inopia y a los personeros más “socialistas” del mundo no les importa.

Las colas son una realidad y no son para nada bonitas, sabrosas, ni normales. Hacer cola para adquirir cualquier producto, de cualquier rubro, de una marca única, es sinónimo de dictadura, de comunismo, de violación de derechos fundamentales del ser humano. Hermano venezolano, no importa tu tendencia política, no permitas que nadie te humille, que nadie te condene a la indigencia, a la miseria de mendigar y pelear por un alimento, a retroceder en nuestra evolución para volver a la cacería como medio de subsistencia, el ser humano evolucionó de sus antepasados homínidos para convertirse en la cabeza del mundo, y por ende, gozar de los derechos y beneficios que nos permite elegir lo que comemos, vestimos, dónde vivimos, cómo lo hacemos y cuándo lo hacemos. No puede uno de los países, en recursos, más ricos del mundo, conformarse con la miseria que nos quieren imponer un grupito, una élite corrupta que no le interesa más nada que su enriquecimiento. Venezuela necesita más que nunca del despertar colectivo, pero para esto, se necesita el despertar individual de cada uno de sus ciudadanos, sin importar las tendencias.

Jacqueline… ¡hacer cola no es sabroso!

 Fernando Pinilla

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