Venezuela segura David Uzcátegui

El reciente asesinato de un ciudadano egipcio en el Aeropuerto de Maiquetía, ha disparado de nuevo las alarmas sobre los intolerables niveles de inseguridad que padecemos los venezolanos.

Lamentablemente y una vez más, el hampa debe arrebatar la vida a un extranjero para que se mida el nivel de esta tragedia diaria.

Todos los ciudadanos de este país estamos aturdidos por las incontables informaciones sobre inseguridad que diariamente nos agobian, muchas de ellas con desenlaces fatales.

Y una vez más, no se trata del error de matar al mensajero o vender el sofá. Es deber de las autoridades encarar estas informaciones en lugar de desestimarlas y actuar en consecuencia para proteger las vidas de la colectividad.

El gobierno central está definitivamente desbordado y superado por un caos, alimentado de las políticas erradas y erráticas que hemos visto pasar con más pena que gloria, en lo que va del siglo XXI.

Casos como los llamados Planes Desarme, aparecen  y desaparecen sin lograr mantener una continuidad orgánica en el tiempo, con resultados muy modestos y marcados por una característica bastante reactiva y muy poco proactiva, lo que en general marca la conducta gubernamental ante el problema.

Incluso emblemáticos personajes de la tolda roja han reaccionado con angustia a esta dantesca cotidianidad, como lo hiciera recientemente el otrora parlamentario y alcalde de Libertador Freddy Bernal, quien afirmó que “es importante ejerce el peso de la autoridad legítima del Estado o el mismo se diluye ante la violencia criminal desatada en Venezuela”.

Ciertamente, como dice el señor Bernal, las fuerzas públicas deben hacer presencia en las calles y especialmente en zonas azotadas por la delincuencia.

Pero todos sabemos que esa es apenas una entre  tantas medidas que deben ser tomadas.

Se trata de un asunto preventivo, educativo, de volvernos viables como país. La represión es el último recurso y un gobierno responsable tiene numerosas maneras de sustraer a la gente de la tentación del delito: productividad, cultura, deporte.

La tarea es enorme pero las herramientas están allí. La pregunta a contestar es: ¿existe la voluntad?

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