¡Ta’ barato! Dame 2

Cada vez que aumentan los precios del petróleo ingresan a la economía un chorro de petrodólares, se aprecia nuestra moneda, aumentan las importaciones, cae la producción nacional y cuando caen los precios del petróleo nos quedamos limpios

 

Ningún industrial puede producir cuando tiene que competir con importadores que traen productos con dólares regalados por el gobierno. El control de cambio ha producido un daño enorme a la economía. Desmontarlo progresivamente es indispensable para la recuperación económica.

En Venezuela nos hemos vuelto a contagiar de una enfermedad recurrente en nuestra historia: “La enfermedad holandesa”.

La enfermedad la sufrió Holanda cuando en los años 60 de pronto vivió un fuerte incremento de divisas como consecuencia del descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural. Ese incremento tuvo consecuencias negativas porque el florín se apreció perjudicando la competitividad de las exportaciones no petroleras del país.

El problema surge porque al haber exceso de divisas, la moneda local se aprecia, es decir, aumenta su valor con respecto a monedas extranjeras y se hace muy barato importar, lo que desestimula la producción nacional y acaba con la industria agropecuaria y manufacturera. Por el contrario, una moneda devaluada hace que los productos nacionales se vuelvan relativamente más baratos y atractivos para la exportación, lo que incentiva la producción nacional.

Cada vez que aumentan los precios del petróleo ingresan a la economía un chorro de petrodólares, se aprecia nuestra moneda, aumentan las importaciones, cae la producción nacional y cuando caen los precios del petróleo nos quedamos limpios.

En los 80, en medio del boom petrolero, el país sufría una fuerte fuga de divisas. Frente a ese hecho, el presidente del BCV de la época decía que la economía se estaba ahogando en dólares y que era preferible que se fueran. Esa respuesta da ganas de llorar.

En esos años, los venezolanos de clase media y popular viajábamos por el mundo como solo viaja la clase alta de cualquier otro país. Un dólar barato a 4,30 nos permitía comprar afuera a precio regalado. Se popularizó aquella expresión de “¡Ta barato! Dame dos”.

Con la caída de los precios del petróleo, el modelo rentista hizo crisis y la moneda se tuvo que devaluar por primera vez de 4,30 a 6 y luego a 10. La fiesta se terminaba y el grupo musical Guaco ironizaba la tragedia magistralmente en una canción, “Adiós Miami”, que decía: “Sola te quedaste terruño que adoro, Miami te adoro, solo pienso en ti. Dadeland, Hialeah, cubanos y gringos, que triste un domingo sin Miami Beach”.

En los últimos años nos tocó vivir la fiesta de nuevo con el precio del petróleo en más de 100. Para felicidad de la clase media, el gobierno socialista creó un cupo de dólares regalados para viajar. Esa fue la “Misión Clase Media”. Como se adjudicaban $5.000 por persona la gente empezó a viajar con toda la familia. Esos dólares alcanzaban para pasear un mes por Europa, regresar con dólares, una pequeña porción se cambiaba en el mercado negro, pagaba el viaje y el resto iba a parar a alguna cuenta afuera.

En lugar de incentivar el turismo nacional, el Estado financió a los venezolanos para que se llevaran las divisas del país a hacer turismo afuera. Eso, también es para llorar.

Los noruegos, petroleros como nosotros, un poco más responsables y sensatos, encontraron una forma muy sencilla de evitar la enfermedad. Nada genial, ni demasiado inteligente, simplemente conservaron el excedente de divisas fuera de la economía creando un fondo de ahorro. Los noruegos no viajaron gratis por el mundo pero hoy tienen una cuenta de ahorro de $890.000 mil millones que genera en intereses más de $40.000 mil millones al año. Solo con los intereses que genera el fondo Venezuela se pudiera tener más que suficiente para importar lo que hace falta.

Hay quienes dicen que la fórmula noruega es políticamente imposible de aplicar en Venezuela porque la cultura populista siempre va a presionar para que se gaste la riqueza.

Es la mediocridad del liderazgo que compite en populismo la que nos tiene condenados al subdesarrollo. Yo soy optimista. Venezuela lo que requiere es un liderazgo político serio, capaz de construir una visión a largo plazo. Un liderazgo que nos invite a construir la cultura de la responsabilidad y del trabajo. Un liderazgo que no piense en las próximas elecciones sino en las próximas generaciones.

Pedro Pablo Fernández

@pedropabloFR

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