Policía acorralada

La violencia como parte de la cotidianidad que vive en venezolano va tomando rumbos inimaginables. Uno de ellos se refleja en los recientes enfrentamientos entre efectivos policiales y delincuentes en espacios de reclusión, en los cuales los irregulares toman las de ganar y se llevan por delante la vida de más de un funcionario.

Recientemente se dio una situación que no dejó de sorprender a la opinión pública, incluso en un país en el cual estamos curados de sorpresas. Ocho privados de libertad se fugaron de la sede del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas en El Valle, presumiblemente con apoyo externo, y en la acción cargaron con la vida de tres agentes de la ley. La situación estuvo marcada por numerosos disparos.

Situaciones insólitas, que a fuerza de repetirse, dejan de ser noticia. No es la primera vez que algo similar sucede, y por lo visto debemos prepararnos para volver a escuchar informaciones similares.

A principios de este mes de abril fue lanzada una granada contra una subdelegación del CICPC en Maracay; mientras en Caracas hubo un fuerte enfrentamiento entre policías y delincuentes en El Cementerio. Esto, por tomar dos de los más recientes sucesos en el mismo sentido.

Vale acotar que también El 17 de noviembre de 2015, se reportó una confusa situación en Valle de la Pascua, con un presunto motín acompañado de intento de fuga de delincuentes, lo cual dio lugar a un tiroteo de más de una hora entre éstos y efectivos de la ley.

¿Cómo pueden unos reclusos tener fuerza de fuego para resistir a los uniformados por tanto tiempo? Valga decir que estos tuvieron que ser reforzados por colegas de otros cuerpos.

¿Cómo quedan quienes asumen la comprometida y difícil tarea de llamarse policías en el país ante la evidente indefensión que los acompaña?

Esta es otra prueba de que el problema de las armas sobrepasó hace mucho rato el límite de lo soportable y que hay que enfrentarlo, no solamente con voluntad y decisión, sino también con técnica y estrategia.

La complejidad del asunto es alarmante, pero también hay que partir de que, mientras más tarde se ataque y más se deje crecer, más se escapará de las manos.

David Uzcátegui

Salir de la versión móvil