Comida a cambio de apoyo…

Una bolsa de comida a cambio de una firma en contra de una constitucional y legítima ley de amnistía,  es una muestra más del carácter mezquino e inhumano de esta revolución. Alimentarás a tus hijos, y lo puedes hacer tú, si tu conciencia se doblega ante la bajeza de este grupo minúsculo en número pero amplio en maldad que tenemos en el timón del país. ¡Cuánta bajeza!

Se perdió lo poco que quedaba en la revolución, y aunque esta actitud baja y miserable de jugar con la necesidad no es nueva, se hace más inhumana y vomitiva al saber la realidad nuestra en el país. No es juego, aunque el ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, nos diga por twitter que los supermercados están llenos, o que un arrastrado e indolente Ernesto Samper, presidente de UNASUR, afirme que en el exterior se miente sobre la situación económica del país, es triste, primeramente, entrar a una bodega o supermercado y ver estantes vacíos, algunos parapeteados  con productos, pero ninguno de primera necesidad y, para completar, saber que el dinero que llevas en el bolsillo no te alcanzará para mucho.

Tras cada micro compra realizada los cobres (añorando los mercados de antaño) se harán sal y agua.

Es humillante, triste, desesperante, hace que la piel de queme de ira, no de una infundada y sin sentido, sino una que nace de nuestras entrañas, de nuestro orgullo y dignidad, porque a diferencia de algunos, muchos si tenemos ambas.
Duele escuchar a una persona no poder comprar un poco de queso o algo de carne, duele ver a las personas con la mirada extraviada, perdida en sus pensamientos confusos ante la  escasez y carestía, hiere ver sus lagrimas escocer sus ojos y escurrirse como afrenta al esfuerzo que hacen para no dejarlas escapar por vergüenza.

Duele ver al pueblo, a tu gente, a tus amistades, a tu familia pasar necesidad, sentir el estrés que los embarga y las desesperanza. Hiere saber que alguien cercano no almorzará hoy,  como le sucede a una humilde señora de limpieza que este servidor conoce, por ceder la comida a su hijo. Dios lo está viendo y sé que la vida se lo cobrará a los delincuentes que hoy están arriba, liderando la humillación generalizada que nos aplican, porque el mundo da muchas vueltas, señores oficialistas. Su momento llegará y los veré caer con satisfacción.

La palabra mezquino es insuficiente para intentar definir el proceder de estos individuos, de esta gente que se extravió como le ha sucedido a muchos en la historia, seducidos por el poder, perdiendo su humanidad, sacando de su interior una bestia dormida que dista de cualquier concepto de sensibilidad.

Creo lo peor de todo es saber que la promesa de comida a cambio de una firma puede ser atractiva para aquellos de menos recursos ahogados totalmente por la crisis.

Como reseñara el diario El Nacional, muchas adultas mayores de nuestras barriadas accedieron a dicha humillación por estar imposibilitadas para hacer las kilométricas e interminables colas para la cacería de un producto.

Lamentablemente como toda promesa del gobierno es solamente eso.

Según el testimonio de varias personas afectadas, las bolsas de comida jamás llegaron y los consejos comunales les afirmaron que quizás para junio se las harían llegar, como relatara una de las habitantes del sector Las Casitas de La Vega, en el suroeste de Caracas. ¡Como si el hambre dice voy y vuelvo! Como ella son muchos los testimonios, no solamente en las páginas de este importante rotativo, sino también en la calle en los que la indignación se confunde entre el trueque por apoyo político a cambio de alimento, y el incumplimiento de la promesa de entrega de dicha comida en medio de la severa crisis que nos golpea.

Las soluciones del ejecutivo a nuestro drama se centran en negar por medio del TSJ la vía libre para leyes aprobadas por la Asamblea Nacional elegida por más de siete millones de venezolanos, y que podrían ser un bálsamo para el pueblo. Sin embargo la realidad es que nuestra necesidad no es prioridad.

El gobierno continúa su camino extraviado por la retórica de la confrontación, por la constante evasión de responsabilidades y de medidas absurdas, como el cambio del huso horario y los días no laborables para frenar el otros rollo que tenemos encima, también producto de su desidia: la crisis eléctrica.

El alza de la gasolina anunciada esta semana por el mediocre Aristóbulo, recordado como uno de los peores alcaldes de Caracas, con autorización de Nicolás, parece ser lo único que se dispone cambiar el gobierno junto a las estupideces anteriormente mencionadas, de resto no hay ninguna perspectiva de cambio para mejor, porque para empeorar la inhumana crisis salud y el hambre, seguramente el alza de la gasolina traerá su impacto en la ya descontrolada inflación diaria.

Quizás en un panorama desolador como el que vivimos parecen escasear la esperanza, sobre todo ante la terca y dictatorial actitud del gobierno.

Debemos estar claros, aunque siempre se habló de dictadura por señales inequívocas que nos llevaban a dicha definición de este gobierno, el irrespeto a la voluntad popular expresada el 6 de diciembre, así como la inconstitucional violación que cometen contra la Asamblea Nacional el TSJ y el CNE, son una muestra fehaciente de que ya se quitó la careta el gobierno “democrático”.

Al pueblo no le queda sino esperar, heridos, humillados, sumidos en una tristeza que no conocía el venezolano, con la absurda esperanza de encontrar en los últimos días de la URSS, símiles de una crisis insostenible por sus líderes y representada en una crisis humanitaria severa.

Las largas colas de comida vividas en aquellos días de 1991, como sucediera por mucho tiempo, unas semanas antes de la caída del comunismo, nos regala la esperanza de creer que como la historia es cíclica para lo malo, también lo podría ser para lo bueno.

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