Cambiar de gobierno o de parlamento obstruccionista

¿Qué sentido tiene improvisar cambiando de canoa a mitad del río, a sabiendas que el daño está consumado, y que aún no se vislumbran soluciones a corto plazo?

De todos los males que aquejan al país, el menor sería resignarse a correr la arruga, dejando que Nicolás Maduro concluya el periodo presidencial. Cualquier otro invento de última hora será más traumático porque resultará peor el remedio que la enfermedad, pues por descartado que existan cesares mesiánicos u hombres providenciales que puedan sacarnos del mierdero en el que nos dejaron los gobernantes de estos últimos cincuenta años de vida republicana. No aceptar esta amarga verdad sería como fantasear tirándole peos a la luna, o extasiarse escuchando majaderías de Don Quijote con Sancho Panza.

En circunstancias como esta, en la cual chuco no carga a su hijo, ¿qué sentido tendría improvisar cambiando de canoa a mitad del río, a sabiendas que el daño está consumado, y aún no se vislumbran soluciones a corto plazo? ¿O será que la crisis tan prolongada logró contagiarnos de tanto masoquismo, que ahora nos seduce la infeliz idea de hundirnos más en el desastre de los aguafiesta? En fin, esperemos que sea la propia historia que dé respuesta a esa pregunta de las 64.000 lochas que el animador de televisión Néstor Luis Negrón hacía en los años 50 con su célebre cuña: «Monte sus cauchos Good Year».

De manera que no será necesario derrochar neuronas buscando a Dios por los rincones, pues es fácil entender que solo hay un gran dilema: o cambiamos en forma abrupta de gobierno que no resolverá nada; o disolvemos esa Asamblea Nacional secuestrada por aventureros y oportunistas que pretenden arrastrarnos a una absurda guerra civil. Lo demás es jugar a la ruleta rusa entre suicidas empedernidos. ¿O no?

Freddy Elías Kamel Eljuri

aporrea.org

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