La falacia del diálogo

La desconexión del Gobierno/PSUV y de la MUD con el pueblo que vive de su trabajo, que sufre las inclemencias de las colas para adquirir los alimentos de la dieta básica y las medicinas, obstaculiza un encuentro entre las partes

 

Hablar del diálogo y de la paz se ha convertido en tema recurrente en la opinión pública venezolana. La inmensa mayoría de los habitantes de esta patria lo añora, lo siente como necesario, es un sentimiento generalizado a lo largo y ancho del país. Lo expresan el ciudadano común, los líderes de los distintos sectores, como por ejemplo de las diferentes iglesias, también de la economía, de los sindicalistas y culturólogos, deportistas además de muchos políticos. El Alcalde de Caracas dice que espera que la MUD «no patee» el diálogo; el dirigente sindical bolivariano Wills Rangel se pronunció a favor del diálogo en un reciente foro internacional de la OIT en Ginebra, y de igual manera muchos dirigentes de la oposición se han venido pronunciando favorablemente al respecto, como el Gobernador de Lara, Henry Falcón, quien en muchas oportunidades ha dicho: «o dialogamos o nos matamos». También presionan para el diálogo personajes (Zapatero, Torrijos y Fernández) y organismos multilaterales como la Unasur, la ONU y la inefable OEA, pero la gran pregunta que nos hacemos a todas estas los venezolanos es si será posible ese esperado diálogo, y si en caso de darse, será sincero y constructivo y si se llegará a acuerdos definitivos que sean acatados por las partes.

Nos parece que la desconexión del Gobierno/PSUV y de la MUD con el pueblo que vive de su trabajo, que sufre las inclemencias de las colas para adquirir los alimentos de la dieta básica y las medicinas es una de las condiciones que obstaculiza el diálogo, y sin diálogo ni justicia no habrá paz. Otro factor que conspira contra ese diálogo es la actitud asumida por los extremos de ambos polos, es decir, la ultraderecha de un lado y el infantilismo de la izquierda radical extraviada, de la cual una vez habló Lenin, por el otro. Dichos extremos conspiran contra cualquier posibilidad de que la oposición y el gobierno/PSUV desde sus instancias directivas se sienten a conversar para llegar a acuerdos. Por último, el problema de las condiciones que la derecha pretende imponer como para sentarse a dialogar, y para ello expone por lo menos cuatro condiciones, a saber, la liberación de los que ellos llaman presos políticos (algunos de ellos con sentencia firme dictada por tribunales de la república;  garantías de la concreción del referendo en el presente año, aún cuando desde el CNE han demostrado que los lapsos no lo permiten; regreso inmediato de los supuestos exiliados, aún cuando algunos de ellos son prófugos de la justicia por delitos como violacion y usurpación de poder; y acatamiento por parte del Ejecutivo de las decisiones y acuerdos de la Asamblea Nacional, aún cuando algunas de estas leyes violentan la CRBV. También plantean la consideración de la renuncia de Maduro a la presidencia de la república, el abandono del cargo y otros procedimientos con el propósito de salir del presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.

Ante ese cuadro, la posibilidad del diálogo es una verdadera falacia, siendo esta un argumento que parece cierto, pero que no lo es, fundamentada en la desconexión, el extremismo y los condicionamientos, como ya lo presentamos. Ahora bien, de que es posible el diálogo, claro que lo es, se trata de poner la voluntad política de los participantes (Gobierno/PSUV y MUD) al servicio del acuerdo y colocar como centro del diálogo el interés nacional, al pueblo venezolano y los supremos intereses de la patria más allá de banderas partidistas y/o ideológicas.

Mariano Crespo Colina

aporrea.org

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