¿Quieren dialogar?

Lo que viene repitiendo Maduro es que aquí correrá sangre, y que “ya tienen listos los planes de apoyo con Cuba, en todas las áreas, y cuando digo en todas, es en todas”

Constituye un descaro la forma y permanente amenaza de Nicolás Maduro a la ciudadanía. Ya no se trata de un amago el hacer que se presente una comisión del Seniat a un abasto o farmacia, cuyos propietarios fueron fotografiados en una manifestación desahogando sus insatisfacciones contra el gobierno. Igualmente se procede a la detención de cualquier venezolano que es tachado inmediatamente de “conspirador” o “desestabilizador” porque suelte un tuiter criticando las malas políticas del régimen. Eso es regla general, y por lo tanto “normal” para todos aquellos que hacen lo necesario con la finalidad de amedrentar, paralizar o neutralizar a quienes utilizan la protesta como un legítimo recurso. Lo que viene repitiendo Maduro es que aquí correrá sangre, y que “ya tienen listos los planes de apoyo con Cuba, en todas las áreas, y cuando digo en todas, es en todas”.

Está claro en que consiste la amenaza. No hay que esforzarse demasiado ni profundizar mucho para suponer lo que tienen escondido en esas “catacumbas” de donde saldrán -dice Maduro- a arrasar con todo lo que se les ponga por delante. La verdad es que esas osadías ya no son una novedad; van para 18 años con el mismo discurso basado o inspirado en la violencia, exhibiendo fusiles y otras armas, y organizando los desfiles de milicianos y colectivos “resueltos a dar la vida por la revolución”.

Lo que ocurre es que la inmensa mayoría observa hoy al país cayéndose a pedazos. Lo que hay, y por grandes cantidades, es muerte, miseria, destrucción y hambre, y “amor con hambre no dura”. Por eso hay que meter miedo, recomiendan desde La Habana. Los factores del régimen continúan enredados en su maremágnum, y no tienen salida en ese laberinto intrincado que ellos mismos crearon. Continúan vendiendo una sarta de mentiras a la comunidad internacional, que nadie se las cree. Su amenaza también contempla trancar el juego, y para eso tienen la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. “Se suspende el revocatorio, no hay revocatorio -grita Maduro- salvo que se atengan a la manera como nosotros lo queremos ejecutar”.

¿Quieren dialogar? -gruñe Maduro- está bien, pero nosotros establecemos las reglas del juego, escogemos los moderadores, los árbitros, la cancha demarcada por nosotros mismos y la agenda según lo que le encaje a la revolución”.

Ante todo este panorama insistimos que es indispensable una clara conducción en los predios de la Unidad, con objetivos atados a una estrategia coherentemente adoptada, y fundamentalmente pensando en la mejor suerte para Venezuela.

Mitzy C. de Ledezma 

 

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