Hurgar en basura de ferias agrícolas de Los Teques es una práctica en auge

Cada vez más personas hurgan en la basura. ARCHIVO
Cada vez más personas hurgan en la basura. ARCHIVO

Un par de tomates magullados pero no podridos, una cebolla que aparentemente tiene 50 % de porción que puede ser aprovechada, y un par de trozos de yuca fueron parte del botín con el que cargó Camila Camejo, quien con 60 años se ha sumado a las personas que hurgan en la basura de las ferias agrícolas que instalan en la capital mirandina.

La tequeña de pura cepa no es indigente. Ella tiene una familia que la cuida cada vez que la visita los fines de semana en su hogar ubicado en El Trigo, pero asegura que su pensión no le alcanza para comprar comida ni tiene la fuerza para soportar las maratónicas colas que se forman en las afueras de los supermercados altomirandinos

“Ayer la cola de Súper Líder llegaba hasta Los Cerritos (…) He bajado de peso porque he ido eliminando ingredientes de mi dieta diaria y la desesperación hizo que le tomara la palabra a un amigo del edificio que me dijo que ha hecho buenos hallazgos de hortalizas y verduras que tan caras están, así que el domingo me animé, lo acompañé y encontré algunas cositas que me fueron útiles en la cocina”, reveló la docente jubilada.

Como este relato abundan en los Altos Mirandinos, donde cada día son más las personas que sin estar en situación de calle curucutean en bolsas de desechos de mercaditos a cielo abierto. “La basura de unos es el tesoro de otros”, opinó Marcos Quijano, quien considera que la desesperación hace tomar acciones extremas.

–Veo cómo personas de lo que antes llamábamos clase media están jurungando guacales dejados en las esquinas de las calles capitalina los fines de semana. Es deprimente lo que estamos viviendo pero es un hecho público y notorio que la baja producción que hay en el país hace que la comida no alcance para todos.

Aunque Quijano aún no hurga en la basura, confiesa que tras varios años sin hacerlo se montó nuevamente en una mata para bajar mangos. “Recuerdo que lo hacía por diversión cuando era niño en Cumaná; pero ante la situación tan apretada que estamos viviendo, aproveché de visitar a mi madrina en Macaray y allí agarré unos cuantos mangos que me sirvieron para cenar durante una semana”, confesó.

¿Más indigentes?

Aunque no hay una organización local que lleve las cifras de personas en situación de calle en los Altos Mirandinos, residentes de la ciudad del clima ideal aseguran que cada semana parece haber más personas merodeando en calles y avenidas.

“Siendo un pueblo pequeño uno suele saber cuáles son los borrachitos de la zona, pero ahora uno ve cómo hay más gente que colapsa económicamente, que abandona a los abuelitos a su suerte y terminan como mendigos en nuestras calles”, opinó Sergio Camargo, residente de la avenida Bolívar.

–Da miedo porque uno está comiendo, cuando se puede, en algún local, llega gente como uno e indigentes a pedir que le compres comida. Ya ni siquiera te martillan dinero sino que te piden directamente que los alimentes, pero como todo el mundo está atravesando exactamente la misma situación, pocos son los que se muestran solidarios.

Estas personas de la calle, más que dar mal aspecto generan angustia entre los comerciantes, quienes temen ser atacados ante la negativa de darles comida todos los días. “Solemos ayudar a uno por día, pero vemos que ahora nos llegan hasta cinco pidiendo y no podemos cubrir esa cantidad diaria”, confesó Temistócles Rojas, encargado de un modesto restaurante en el casco central de la ciudad.

–La negativa evidentemente no es bien aceptada. Algunos murmuran cosas, otros nos insultan y unos más amenazan con esperarnos a la salida, por lo que vemos comprometida nuestra seguridad. Ante esta situación pedimos ayuda de la policía pero lo máximo que hacen es desalojar al malviviente, que una vez que desaparece el uniformado vuelve más iracundo.

Otros comerciantes señalaron que antes se desperdiciaba comida y las personas aprovechaban para hacer su mercado en la basura. “Ahora se aprovecha cada retazo de los ingrediente y lo que botamos es prácticamente nulo, desesperando aún más a quienes viven de esta práctica”, dijo Daniel Castro, trabajador de una lunchería.gf

Johana Rodríguez-jrodriguez@diariolaregion.net/@michellejrl

Salir de la versión móvil