Los Teques: el pueblo de los nueve faroles

Los Teques 3
Crecimiento demográfico generó anarquía en lo que sigue siendo considerado un pueblo.

Los Teques nació como una modesta aldea a orillas del cristalino río San Pedro, surcado por quebradas y manantiales, con un esmerilado cielo azul con pequeños hatos de ganado, con sembradíos de caña de azúcar, café, yuca y hortalizas, con calles arenosas, con noches de brumas, con casas de barro y tejas, con gente que se desplazaba a sitios distantes en bestias de carga y alumbraba las noches con rústicas lámparas caseras de aceite.

De las pintorescas fachadas queda el recuerdo luego que cada autoridad al llegar al poder promovieran remodelaciones.

Su primer Concejo Municipal se instaló el 14 de julio de 1853 y en ese mismo año se acordó que la urbe se iluminaría con nueve faroles de hierro y vidrio comprados en Caracas por 99 pesos. Los faroles permanecerían encendidos “hasta la once de las noches oscuras” y serían custodiados por un sereno, quien recibiría como sueldo seis pesos mensuales.

Los buhoneros se han adueñado de los espacios correspondientes a los peatones.

Los faroles quedaron distribuidos en “la esquina de la casa almacén del señor Pascual Dupierríe; otro en la esquina de la cárcel, el tercero en la esquina de los señores del curato, el cuarto en la esquina de la casa del señor José Balbino León; el quinto en la esquina de la casa de Administración de Rentas Municipales, el sexto en la esquina del Comercio de Pedro Reverón, el séptimo en las cuatro esquinas, el octavo en la esquina de casa del señor José Justo Crespo y el noveno en la entrada del pueblo casa de comercios”.

Así se reseña en el libro Los Teques, el pueblo de los nueve faroles, escrito por Ildefonso Leal a propósito del 226 aniversario de la elevación a parroquia eclesiástica de Los Teques, terruño que estrenó su primer colegio de niñas en 1853.

Johana Rodríguez

 

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