Gobernar sin Pueblo

 

El 13 de abril de 2013, tras una campaña plagada de abusos por parte del oficialismo, fue proclamada por el CNE la victoria electoral del candidato presidencial Nicolás Maduro, con una exigua diferencia de votos con relación al opositor Capriles Radonski. La perdurabilidad del chavismo sin Chávez, del legado del líder, pareció incierta.

Tres años y medio han pasado desde entonces y los esfuerzos hechos por sacralizar a Chávez, para enraizar una legitimidad política de tipo religioso no han dado los resultados esperados. Tampoco el borrar las instituciones modernas para dar paso a una lógica neopatrimonial, donde un cogollo de fieles, familiares, militares y amigos se pagan y dan los vueltos. Al contrario, se agravó la crisis estructural de la sociedad y el Estado, llevando crecientemente al gobierno a sostenerse por la coacción y el reparto de prebendas a grupos delincuenciales de su alianza militar cívica, más mendrugos que dispensa a través de redes clientelares a pobres y empobrecidos. Los tiempos se agotaron para el gobierno con relación a su capacidad de mandar con ropaje democrático. Estados de excepción, creciente persecución y encarcelamiento arbitrario de activistas opositores, castración a la Asamblea Nacional utilizando la Sala Constitucional del TSJ, y los obstáculos que todos los días creativamente surgen en el CNE para detener el mecanismo pacífico y constitucional del RR seguían sin estabilizarlo, y parece que desesperó a un ala inescrupulosa y asustada del cogollo chavista. Saltó la liebre en unos tribunales regionales marginales, pero más fácilmente doblegables a la maniobra trapera de quienes mucho perderán con la cierta derrota de Maduro en un revocatorio presidencial. Dieron unos fallos chapuceros, y el CNE perdió una vez más su dignidad y cumplió las órdenes.

Vergüenza parece haber tenido porque no dio la cara, mandó un recado. Maduro optó por montarse en un avión. Con estos gestos vergonzosos, el chavismo pateó el tablero y nos adentramos a una dictadura chavista.

La historia no está escrita, El gobierno de Maduro es precario pues la violencia es insuficiente para estabilizarlo. Ese es su talón de Aquiles, un gobierno sin pueblo. Así que, caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Por: Margarita López Maya

@mlopezmaya

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