¿Nos damos otro chance?

OLP y Clap son las siglas menos amistosas por estos días, su connotación refleja hambre, humillación, miseria y muerte. Que la noche buena sirva para la reflexión y la rectificación. ¡Es urgente!

Para quienes intentamos escribir cotidianamente, siempre hay una tentación terrible de querer meter todos los corotos en un solo saco. Me está pasando justo ahora que pienso en la navidad.

No haré ni siquiera el intento de resumir, tampoco ofrezco un balance amplio, aunque coincido plenamente con el padre Arturo Sosa, cuando dice que «la situación del país es dramática». Lo dijo en plena rueda de prensa el pasado 22 de diciembre ante la insistencia de los periodistas.

Para esta crónica de navidad pienso en el infinito mar que se pierde en nuestras costas y lo comparo con las ganas que tenemos de un país menos hambriento y humillado. Pienso en navidad y veo la esperanza intacta en la inocencia de quien espera un regalo en noche buena.

Saco la cara por la ventana y el horizonte se ve y no se ve. Me imagino a María y a José, caminando por los pueblos, cual familia venezolana, persiguiendo una bolsa de comida, con la ilusión de ver caer por la chimenea una Venezuela menos trágica.

Escribo, borro y lo vuelvo a intentar. Cierro los ojos y recuerdo Cariaco, Barlovento, San Juan, San Vicente y todos las esquinas en las que fuimos ajusticiados. Abro, cierro y suspiro; deseando que cada madre encuentre consuelo y justicia.

Hago una pausa, fumo y trato de pasar las ideas del estómago a la cabeza. Igualmente deseo racionalidad, cordura y sentido común para quienes mueven la marioneta del país según sus intereses.

OLP y Clap son las siglas menos amistosas por estos días, su connotación refleja hambre, humillación, miseria y muerte. Que la noche buena sirva para la reflexión y la rectificación. ¡Es urgente!

Veo mi facebook y consigo a los que dejaron la patria y de seguro tienen el corazón arrugadito (la gaita retumbará en cada país que se ganó el tesoro de la venezolanidad). Por estas horas, mientras espero al Niño -chiquito e indefenso- deseo que la navidad traiga consigo la voluntad de reparar nuestro destartalado sistema de salud. Que ningun niño, niña, joven, adulto o anciano vuelva a morir de mengua.

Espero con la llegada del Niño Dios el regalo de la reconciliación, la tolerancia y respeto para las minorías. Que nadie sea juzgado y discriminado por lo que piensa y desea.

A este país le pasarán cosas extraordinarias, no me cabe la menor duda. La historia nos recordará la tragedia y voltearemos a mirarla solo para no volver a sufrir.

«Que la paz del Señor esté con todos ustedes», diría un cura al terminar la faena.

¡Ya nació, está aquí…! Venezuela, un chance más.

Pd: Póngale música… Yo me quedo con Caibo y «La Promesa» de una Venezuela para todos y todas.

Héctor Ignacio Escandell Marcano

aporrea.org

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