Los que perdieron la brújula

El presidente Maduro logró no solo neutralizar los intentos de un alzamiento amparado por los paramilitares colombianos, sino sentar a la oposición en una mesa de diálogo y abortar los planes de sublevaciones que preparaban

Nelson Morales
aporrea.org
En el marco del debate revolucionario, me veo obligado a expresar elementos que circundan en el universo político venezolano, en especial en esos sectores que, afanosamente critican al presidente Maduro por acciones, seguramente justificadas, pero que se olvidan de lo estratégico: la construcción del socialismo y la derrota del imperio.
2016 fue un año realmente duro. Es imposible negar el daño que sufrió la revolución a causa del sabotaje de los precios del petróleo, la asamblea nacional bajo la conducción de Ramos Allup, la OEA y su secretario Almagro, la oligarquía, City Bank y el eje Cúcuta-Miami. Y como si esto no fuera suficiente, y el Presidente lo ha reconocido, la burocracia ineficiente y corrupta en muchas empresas del Estado. Es decir, que la revolución en este momento no solo es amenazada por factores externos sino desde adentro.
Desde luego, aunque variando en pequeños detalles, la estrategia imperial siempre se ha basado en buscar fórmulas que propicien la efervescencia social para buscar escenarios violentos. Desde esa óptica, el presidente Maduro logró no solo neutralizar los intentos de un alzamiento amparado por los paramilitares colombianos, sino sentar a la oposición en una mesa de diálogo y abortar los planes de sublevaciones que preparaban.
Quizá muchos camaradas se sientan desorientados y un poco más críticos que de costumbre, pero es así en las revoluciones. Si son verdaderas van a sufrir todas las arremetidas posibles para instaurar el modelo neoliberal. “El camino es largo y duro, pero es el camino”, ya lo dijo Argimiro. Es importante criticar, lo hago a menudo, pero jamás hay que perder la brújula de un proyecto histórico que en la humanidad entera a muchos agradará.
Debo referirme a dos personas: Heinz Dietrich y Nicmer Evans. Compañeros que, debo decirlo, alguna vez admiré por su facilidad con la palabra y las letras. El primero, nada más y nada menos, que creador de la tesis del «Socialismo del siglo XXI», hoy ataca desde México al Presidente y califica este proceso de dictadura. Dietrich ignora las luchas que hoy libra la revolución contra el capital internacional y la oligarquía. Es un exabrupto decirse marxista y atacar a quien lucha contra la pestilencia burguesa.
El otro compañero tiene destellos de fraseología izquierdista en sus palabras, pero como dijo el Pepe Mujica: «Parece lagarto, habla como lagarto, tiene piel de lagarto». Basta con solo escucharlo hablar un minuto; todas sus demandas y palabras concuerdan con los planteamientos de la derecha. Eso no es crítica eso es traición.
Este año que recién comienza es el año decisivo para la estabilización de las fuerzas progresistas en Venezuela. La derecha lógicamente va a jugar a que el Presidente no gobierne. Ese es el objetivo de la comedia parlamentaria que montaron desde el año pasado. La clave para reponer fuerzas y recobrar popularidad pasa por la solución del abastecimiento, apoyándose en el sector privado, reactivación empresas del Estado y abrir grandes consensos con las clases medias.
No es momento de ser profeta del desastre, sino impulsar desde este terreno escabroso las grandes transformaciones que demanda la construcción del socialismo. Esa es la meta.

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