Las paredes crujen cuando llueve y las casas caen por efecto dominó

Protección Civil y los bomberos “toman fotos y se van”. Entre los vecinos han llevado a cabo un estudio general de la situación y encontraron que 60 casas están afectadas por un bote de aguas negras que empieza desde el barrio Brisas del Zulia

Las puertas dejaron de encajar y las ventanas comenzaron a aislarse. Viviendas que estaban construidas una pegada a la otra alcanzaron hasta 30 centímetros de separación. Las paredes se agrietaban, el techo se abría y el piso empezaba a desprender su cerámica. Era evidente, había un deslizamiento de la tierra en el barrio Santo Niño, en Petare, que poco a poco iba debilitando las casas.

Las construcciones que están en lo más alto de la montaña se fueron inclinando en efecto dominó, las fachadas se picaban por la mitad y siete hogares se derrumbaron. No hay respuestas para esas familias, más que promesas de una reubicación que nunca sucedió, o la “oferta” de un refugio.

La propiedad de la señora Ana Flor Vergel fue construida en la calle principal El Encantado en 1985. En los últimos años habitaban cinco adultos y tres menores de edad. Hace tres meses, representantes de Protección Civil le indicaron que debían desalojar su casa de toda la vida. Ya no era segura, ni para ella ni para el resto de la comunidad.

“Los vecinos son buena gente. Me dieron un localcito por acá cerca y pude meter todos los corotos que tenía”, comentó resignada.

Ahora su familia vive amontonada en un pequeño espacio prestado y solo quieren que alguien los ayude, sin importar su color político.

Mientras tanto, se han tenido que hacer cargo de la demolición de la casa para evitar una tragedia.

Protección Civil y los bomberos “toman fotos y se van”. Entre los vecinos han llevado a cabo un estudio general de la problemática y encontraron que un bote de aguas negras empieza desde el barrio Brisas del Zulia, que comprende la escalera 5, la calle El Mango y la principal de Las Flores, hasta Santo Niño, en la parte alta de Petare.

Al menos 60 viviendas corren el riesgo de caerse. La más reciente fue la de la señora Esperanza Hernández, que colapsó la noche del sábado 2 de noviembre por las fuertes lluvias. Entre los escombros solo quedó una nevera dañada, cartones y basura.

“Lo que hacen es jugar con uno”

Irene Castillo y Jonathan Serrano tienen 10 años viviendo en Santo Niño junto a sus dos hijos, de 5 y 9 años de edad. Aseguraron que desde hace cuatro años empezaron a ver cómo sus paredes crujen cada vez que llueve y el piso suena como si rompieras una galleta, por lo que comenzaron a preparar todos los papeles para ser unos de los “afortunados” en recibir una casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela.

Cada 15 días deben ir al Ministerio para Vivienda y Hábitat. La respuesta siempre es la misma: “Estamos trabajando en eso”.

Irene recordó que en una oportunidad recibieron en Miraflores un documento con el que supuestamente le entregaría un hogar. Nunca pasó.

“Mi hija sufre convulsiones y por la humedad siempre se me enferma”, dijo Irene, en momentos en que se fue la luz. “Ah, bueno. Eso siempre pasa. Siempre hay bajones eléctricos y podemos estar hasta tres días sin luz”, expresó con la mirada baja.

Ante esta situación, Irene ya perdió una licuadora, un televisor y la nevera la tiene que descongelar todas las semanas. Desocupó el cuarto de su hijo porque cada vez que llueve se inunda. “Esto no es vida”, suspiró.

Falsas esperanzas

Hace tres meses un delegado de la gobernación de Miranda acudió a la zona con la promesa de ayudar a los vecinos. Todos se reunieron en casa de la señora Flor, les aseguraron que en 15 días los iban a buscar a Santo Niño para que vieran unos apartamentos que presuntamente entregarían en Guarenas y les pidieron “paciencia”.

Los días pasaron y nada. El señor Oropeza apuntó que, incluso, le pidieron que derrumbara su casa, pero él no aceptó. “Yo no voy a tumbar nada hasta que no tenga la llave de un apartamento en la mano y cuando la derrumbe voy a vender hasta la poceta si es necesario. Ese terreno es mío”.

Oropeza vive solo en su “casita de galleta” para cuidar sus pertenencias, consciente o no del peligro que implica. Su familia decidió pagar un alquiler de 50.000 bolívares en la propiedad de una vecina. Según sus declaraciones, es militar retirado y ahora trabaja en un ministerio, pero “ni eso lo ha ayudado a tener una palanca que lo ayude”.

Los vecinos insistieron en que se trata de la lucha de todos y esperan que todas las familias afectadas sean reubicadas lo más pronto posible. Exhortaron a los altos rangos de la política nacional a tomar en cuenta su situación y ofrecerles respuestas.

Apoyo de vecinos

Jairo Perozo tiene más de 20 años viviendo en Santo Niño, y desde hace cinco años ha tenido que ver el deterioro progresivo de su casa, ubicada en la calle Los Mangos. Lo que empezó como humedad y filtraciones se transformó en grietas que recorren las paredes de la sala y varios cuartos.

Además, la casa que compartían cuatro adultos y dos niños se desplazó unos metros, lo que obligó al desalojo por seguridad. Ahora solo Perozo se mantiene en la casa por las noches, mientras que el resto de su familia permanece en la casa de otros vecinos unas calles más arriba.

“Aquí vino Protección Civil, los bomberos y no nos saben decir nada. Si es una filtración, una tubería o que el terreno no era habitable”, señala Perozo, quien trabaja como vigilante.

Mariana Sofía García/Crónica.Uno

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