La mujer que descubrió el coronavirus hace 60 años

Nacida en 1930 en Escocia como June Hart, la mujer a quien hoy evocamos fue la primera persona en ver en un microscopio un coronavirus gracias a una técnica inventada por ella misma. No solo lo descubrió, sino que también le dio nombre. Cambió de apellido a los 24 años, en 1954, cuando se casó con el pintor venezolano Enrique Rosalio Almeida, conocido como Henry Almeida, sobrino-nieto del general Joaquín Crespo e hijo de otro pintor, el cosmopolita Cirilo Almeida Crespo, autor de uno de los retratos más famosos de Simón Bolívar, perteneciente a la colección del Palacio de Miraflores. Establecido el vínculo matrimonial que se traduce en parentesco por afinidad con el país y tomando en cuenta la gran vigencia que hoy cobran los descubrimientos de June Almeida, vale la pena echar un vistazo a su historia plena de acontecimientos inspiradores, así como de éxitos logrados a pulso y contra todo pronóstico. June Almeida fue desde pequeña una sobreviviente.

No nació con los privilegios que a veces pensamos adquieren de forma automática las personas que provienen del “primer mundo”; antes bien, convertirse en una científica con todas sus letras fue un camino tortuoso. Detalla el diccionario de biografías de Oxford que fue hija de un conductor de autobús y una mujer que suponemos era ama de casa dado que en ninguna reseña se le asigna un “oficio”. June tuvo una niñez de gran estrechez económica en la Segunda Guerra Mundial, tanto así que, a pesar de mostrar una gran inteligencia e interés por el conocimiento, a los 16 años debió abandonar sus estudios formales por falta de dinero para sufragarlos. Renunció a sus sueños de ir a la universidad, pero estratégicamente buscó un trabajo que siguiera la línea de lo que le apasionaba, y fue así como ingresó como aprendiz en el laboratorio de histopatología en la Enfermería Real de Glasgow, su ciudad natal, donde se enamoró del instrumento que marcaría su vida: el microscopio electrónico.

primera foto del coronavirus

De allí saltó a Londres, donde siguió trabajando en la misma área en el hospital de St Bartholomew. En la capital conoció al pintor venezolano que poco después se convertiría en su marido y padre de su única hija, Joyce. Se empleó en el Instituto de Cáncer de Ontario como electromicroscopista. En estos laboratorios logró uno de sus primeros grandes descubrimientos, vital para su trabajo posterior con el coronavirus: desarrolló una técnica que aún hoy se usa para ver con mayor calidad los virus en un microscopio electrónico. Consiste en mezclar la muestra de virus con anticuerpos específicos. Estos, al engancharse al patógeno por reacción natural, lo remarcan y así su forma puede verse más claramente en la imagen que arroja el equipo. Haciendo un paralelismo en palabras sencillas: es como si sobre una superficie blanca colocáramos un puñado de azúcar.

Será difícil de distinguir, pero si invitamos a una manada de hormigas, estas se sentirán atraídas por el dulce, así que mostrarán dónde está y al asirse delimitarán sus bordes con respecto del área. En esta época Almeida también fue reconocida por ser la primera persona en observar en microscopio el virus de la rubeola. Publicó varios artículos científicos en revista de renombre sobre la observación de virus en microscopio electrónico y gracias a esos hallazgos en 1964 le propusieron volver a Londres para trabajar con quien para entonces era una eminencia en su campo, AP Waterson, director de microbiología del hospital St Thomas de Londres, la cual aceptó.

Con información de:  https://ultimasnoticias.com.ve

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