La Vicepresidenta Kamala Harris aseguró que la batalla por la aprobación de la reforma electoral aún no ha terminado

No hubo sorpresa alguna. El voto se partió en el Senado en dos partes iguales, 50 votos demócratas y 50 votos republicanos. La gran reforma electoral a la que aspiraba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, moría incluso antes de comenzar su debate. Si hubo un momento para el aplauso en las filas demócratas fue cuando se supo, finalmente, la decisión del senador por Virginia Occidental Joe Manchin de unirse a sus compañeros para dar el “sí” a proceder con el debate de la norma. Con la resolución de Manchin, quien por la mañana hablaba por teléfono con Biden, se lanzaba un mensaje poderoso: El Partido Demócrata estaba unido. Ese era el mismo mensaje que quiso recalcar la vicepresidenta, Kamala Harris, y el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, una vez que se concluyó la votación.

“El derecho a votar no es de republicanos o demócratas”, declaró Harris, que de forma inusual presidió la votación debido a su cargo. “Es el derecho a votar del pueblo americano”. Schumer mostraba su enfado y decepción con la bancada republicana al no haber sido capaz de extender una rama de olivo ante tan importante legislación. El senador por Nueva York advertía a la oposición de que lo sucedido esta noche en el hemiciclo era “el disparo de salida, no el final de la carrera”. Para la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, “la pelea no se ha terminado”. Sea como fuere, la gran reforma electoral, la mayor desde hace ocho décadas, quedaba herida de muerte. El deseo de acabar con las restricciones impuestas por los republicanos en varios Estados, con la aprobación de 18 leyes que limitan el sufragio de las minorías hispana y afroamericana, enfrenta a partir de ahora un viaje sin hoja de ruta clara. ¿Ahora qué?, es la gran pregunta sin clara respuesta.

La Cámara de Representantes de EE UU aprueba una gran reforma electoral para ampliar el acceso al voto. El muro de contención de la agenda social de Joe Biden La votación para comenzar el debate sobre la llamada Ley del Pueblo venía ya precedida de polémica. Durante un encendido discurso el pasado lunes en el Capitolio, Chuck Schumer quiso exponer la embestida de los republicanos al negarse incluso a debatir sobre esos derechos. “¿Nos dejarán nuestros compañeros republicanos al menos debatir?”, declaró el senador. “Este es el único asunto que está sobre la mesa por decidir mañana [por el martes], y creo que estamos a punto de averiguar cómo mis colegas republicanos contestarán a esa pregunta”, cerró Schumer su discurso. No se equivocó el líder de la mayoría en la Cámara Alta. El proyecto de ley en el Senado, que fue aprobado por la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes el pasado marzo, hubiera facilitado a las personas inscribirse para votar, requerido a los Estados que se pudieran celebrar elecciones anticipadas al menos 15 días antes de la jornada electoral y hubiera entregado la redistribución de los distritos sobre los que se vota a comisiones no partidistas en lugar de a las legislaturas estatales.

Para los republicanos, la Ley del Pueblo se trata exclusivamente de un abuso de poder partidista de los demócratas y una extralimitación federal en los sistemas electorales de los Estados, que podrían llegar a impugnarla ante los tribunales. Hasta pasado el mediodía de este martes, a la lucha contracorriente del caucus demócrata se sumaba la batalla dada contra la norma por un miembro de su propio grupo, el senador Manchin, cuyo voto era definitivo, no tanto para que la ley pasará a ser debatida si no por la imagen de unidad que mostraba el partido en el poder A principios de este mes, Manchin había dejado muy clara su postura en un artículo de opinión publicado en el diario de la capital de Virginia Occidental, Charleston Gazette-Mail, explicando por qué planeaba votar en contra de la Ley para el Pueblo. Entonces, para el demócrata más republicano de Washington, frente a la fuerte polarización en el país, se hacía necesario avanzar en forzar pactos y restaurar una agenda bipartidista.

Horas antes de la votación del martes, el senador demócrata por Georgia Raphael Warnock declaraba que se estaban manteniendo conversaciones “productivas” entre los demócratas, pero no aclaró si Manchin había llegado a un acuerdo con su partido. Lo que finalmente sucedió. La única opción con la que contaban los demócratas para aprobar la Ley del Pueblo sería eliminando o modificando el conocido como filibusterismo. Con la evolución de la técnica del filibusterismo evolucionada y su teatralidad casi desaparecida, este método se escenifica en el Senado contemporáneo con una Cámara en la que las leyes se aprueban por una mayoría cualificada de tres quintos, por lo que el umbral de votos para romper un obstruccionismo legislativo se sitúa en los 60 votos.

Con información de: https://elpais.com/

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