Fue el quinto título del baloncesto profesional para Cocodrilos de Caracas. Y tuvo un carácter, un gusto especial, porque fue una demostración de cómo pueden alcanzarse metas sin perder de vista la necesidad de una progresiva renovación y el ajuste de las importaciones.
Cuando desde la federación se insiste sobre la reducción de importados, el caso de Cocodrilos refuerza esa posición, al tiempo que sirve de ejemplo para otros equipos de la LPB. En especial para aquellos que priviliegian el espectáculo y defiende la fórmula de 3 en cancha, frente a quienes pensamos que deben ser 2, con uno como suplente. Cosa que, por lo demás, llama a consenso dirigencial. No a imposición.
La divisa de la Cota 905 comenzó por dejar en libertad a su capitán Juan Herrera, quien pasó a Panteras, y cedió a Gaiteros a Kenji Urdaneta, uno de los jugadores de reserva con más minutos en cancha. Luis Bethelmi se incorporó sobre la marcha y Windi Graterol solo al final, pues cumplieron compromisos en Colombia y Puerto Rico.
Ello dejó, como piezas básicas, a Jesús Centeno y Néstor Colmenares, a los cuales se unió Bethelmy. Se abrió campo, entonces, para que los novatos que han estado trabajando en segundo plano, ingresaran con regularidad. De allí surgieron jóvenes como César García, Yochuar Palacios y Lenín López, que fueron ganándose minutos con su desempeño.
El otro aspecto fue el de los importados. Solo repitió, de quienes venían reforzando al equipo en el último lustro, Carl Elliot, que había formado eficiente trío con Jack Martínez y el uruguayo Garcíamorales. Kristopher Lang, centro muy rendidor y de rápida adaptación, fue pieza importante, al igual que Ryan Forehan-Kelly, para ser segundos solamente de Marinos en la ronda de 54 partidos.
Luego se complicó un poco la cosa y, en tercios y semifinal, Cocodrilos avanzó de instancia con grandes dificultades. Pero salió adelante, con el aporte de novatos y experimentados.
Para la final Andre Emmet, un jugadorazo, sustituyó a Forehan-Kelly, dándole mayor profundidad a la ofensiva, acoplándose pronto al grupo y brillando al punto de ganar el título de Más Valioso.
Bethelmi jugó un torneo notable. Colmenares fue consistente en su aporte bajo los tableros y el grupo de novatos tomó confianza para cubrir necesidades vitales.Incluso cuando Jesús Centeno acusó la agotadora temporada y solo llegó hasta el final con mucha atención médica y coraje de sobra. Dejó muestras de mucho progreso, de llegar a la plenitud.
Mucho esfuerzo defensivo. Trabajo de conjunto allí y en el ataque. Manejo milimétrico de los partidos, con Néstor Salazar brillante en el manejo de cambios tácticos y administración de jugadores. Ajustes según el rival. Criterio racional en cuanto a los importados…Fue, en general, una excelente demostración y muy merecido estuvo el cetro, que por lo demás significa también un premio a la forma como se manejan las cosas en la organización Cocodrilos.
Cayó el favorito
Es preciso reconocer que Marinos estuvo a la altura. Que respondió a su condición de favorito, al extremo de estar en la pelea hasta el último día, cuando ambos protagonistas habían demostrado sus méritos para adjudicarse el título.
Los orientales también pagaron tributo al extenso calendario. Las lesiones de Oscar Torres, de José y Gregory Vargas, les perjudicaron al final, pero continúan siendo un equipo de avanzada, un competidor siempre a tomar en cuenta. Cambiaron de técnico sobre la marcha -y las cusas no quedaron claras-, pero el revés no es atribuible a ese factor.
Como tampoco puede recurrirse al viejo expediente de acusar al arbitraje. Siempre existirán discrepancias sobre algunas apreciaciones, y en cuanto a la última decisión, el juez estaba sobre la jugada.
Ahora falta que Cocodrilos y Marinos planifiquen su participación en la Liga de las Américas. Porque si Trotamundos y Guaiqueríes dejaron la varilla alta en los campeonatos suramericanos, en el torneo continental la improvisación ha tenido, como de costumbre, malos resultados.
Armando Naranjo
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